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El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado
El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado
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<p style="text-align: right;"><em><strong>Universidad Complutense de Madrid </strong></em></p> <p style="text-align: right;"><em><strong>Rebecca Hvizdalek Dixon</strong></em></p> <strong>¿Qué es el trabajo doméstico no remunerado?</strong> El trabajo doméstico y de cuidados, conocido también como el trabajo reproductivo, se puede definir en términos generales como los trabajos invisibles llevados a cabo en la esfera privada del hogar y a nivel socio comunitario para el cuidado y la reproducción de la vida humana. Más concretamente, el Instituto Nacional de las Mujeres de Costa Rica define el trabajo doméstico no remunerado como las actividades que abarcan: “cuidados personales, quehaceres domésticos del hogar (cocinar, limpiar, hacer compras, mercado, lavar ropa, planchar, etc.), tareas de cuido (niños, niñas, personas enfermas, personas dependientes y quienes tienen algún tipo de discapacidad) y trabajo voluntario, como las que se realizan en las comunidades, fundaciones de ayudas sociales, organizaciones religiosas, políticas, patronatos escolares, entre otras” (“Valorarización del trabajo doméstico no remunerado- TDNR”, s.f.). Aunque en ciertas ocasiones este trabajo es remunerado, como es el caso de las y los trabajadoras/res domésticas/os contratadas por empresas o particulares, la mayoría de las veces este tipo de trabajo no es remunerado y es realizado mayoritariamente por mujeres. Según un análisis del periódico español El País de la última Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística, las mujeres españolas destinan 26,5 horas a la semana a trabajos sin remuneración frente a los hombres que destinan 14 horas. Es más, los datos se mantienen aun cuando las mujeres trabajan a media jornada (29,6 horas por 13,9) y a jornada completa (25,2 horas por 13,9) (Gómez, 2018). Aunque la aportación del trabajo reproductivo al bienestar de la familia, los hogares y la comunidad es cada vez más reconocida y analizada, su valor económico es a menudo invisibilizado y menospreciado, ya que de esta manera permite desplazar costes a la esfera doméstica. En México, por ejemplo, el valor del trabajo de los hogares en 2015 fue valorado por El Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (2014) en 4.6 billones de pesos, lo que supone un 23,2% del producto interno bruto (PIB). Según el periódico Mexicano La Vanguardia, la aportación del trabajo en los hogares realizado por los miembros de la familia, de la cual las mujeres aportan un 77.2 de cada 100 horas de labores en casa, “supera la aportación que hacen al PIB las industrias manufactureras, que contribuyen con 16.5 por ciento; y la minería, que genera 7.6 por ciento de la actividad económica del país, de acuerdo con datos del Inegi” (El valor del trabajo doméstico no remunerado equivale al 24% del PIB: Inegi, 2016). En Euskadi, comunidad autónoma española, según el Instituto Vasco de Estadística (2013), el valor del trabajo doméstico no remunerado ascendió a 21.342 millones de euros en 2013, representado un 32, 4% del PIB. Estos se comparan con “las de Francia y España en 2010, donde el trabajo doméstico en relación al PIB fue del 36% y del 41%, respectivamente” (Azumendi, 2016). En todos los casos mencionados, las mujeres se ocupan desproporcionadamente de las tareas relacionadas con el trabajo reproductivo. Y mientras que las aportaciones a la economía son considerables, no son remuneradas. Es más, las políticas sociales siguen sin lograr la redistribución de estas tareas fuera del hogar. Sumado con la brecha salarial y la desigualdad de oportunidades en la vida laboral, se puede observar que son facetas de la desigualdad de género. <strong>¿Por qué no se considera trabajo</strong>? Lejos de ser natural, la división de trabajo entre hombres y mujeres y su distribución desigual es fruto de procesos históricos que han otorgado más valor al trabajo productivo que al trabajo reproductivo y de relaciones de poder entre mujeres y hombres, de las normas sociales y de los estereotipos de género. A día de hoy, el concepto de trabajo está estrechamente ligado al empleo remunerado y excluye todas las demás formas de trabajo. De esta manera se puede entender que la actual forma de hacer economía pone la centralidad de los mercados y la lógica de acumulación de capital (trabajo productivo) por encima de la lógica del bienestar humano en todas sus dimensiones (trabajo reproductivo). El sistema socioeconómico ha excluido aquellos trabajos que sostienen el bienestar humano por el coste de reproducción de la fuerza de trabajo. Le es imprescindible mantener oculto las aportaciones que hace el trabajo reproductivo porque permite a empresas capitalistas y a los gobiernos desplazar costes y aumentar así sus beneficios. Como señala Cristina Carrasco (2010), “parece evidente que la producción mercantil capitalista no podría funcionar pagando salarios de subsistencia real” y desplazando los costes hacia la esfera doméstica les permite pagar “una fuerza de trabajo muy por debajo de sus costes” (p.213). El desplazamiento de estos costes hacia la esfera privada ha conllevado a que estas responsabilidades caigan en mano de las mujeres y que el trabajo reproductivo se asocie con lo femenino. Desde esta mirada, la denominada economía feminista, se puede observar que “el hecho mismo que los mercados capitalistas estén en el epicentro supone que no hay una responsabilidad colectiva en sostener la vida; esta responsabilidad se privatiza, feminiza e invisibiliza” (Pérez Orozco, 2014, p.139). <strong><em>La privatización, invisibilización y feminización del trabajo reproductivo</em></strong> La responsabilidad de sostener la vida sucede en la esfera privada/doméstica/ reproductiva (los hogares y las comunidades) que quedan fuera de los intercambios monetarios y, por lo tanto, el trabajo reproductivo no se concibe al igual que el trabajo remunerado. Cristina Carrasco (2010) argumenta que la asociación del concepto tradicional de trabajo con empleo remunerado, “no es algo obvio o natural, sino el resultado de un complejo proceso histórico de reconceptualización, que guarda relación con la división sexual del trabajo” y con el modo en que se ha definido el concepto de la economía (p.205). Esta asociación fue el resultado de la industrialización que separó definitivamente las esferas públicas y privadas. El trabajo reproductivo, al no ser objeto de intercambio mercantil, quedó marginado de la esfera pública y excluido de los procesos económicos. Además, al conceptualizar el trabajo remunerado con la actividad del mercado se produjo también una asociación con lo masculino (p.206). Según Amaia Pérez Orozco (16 diciembre 2015), el trabajo reproductivo está feminizado a nivel simbólico y a nivel material. La economía feminista muestra que el trabajo reproductivo es naturalizado como algo esencialmente femenino ya que “las mujeres siguen llevando a cabo la mayoría del cuidado no remunerado en los hogares y las comunidades; asimismo, la mayoría de las y los trabajadores del cuidado remunerado son mujeres” (Esquivel, 2013, p.3). Los hogares, al igual que las demás instituciones, son heteropatriarcales y socializan diferenciadamente a las mujeres y a los hombres. Mientras que las mujeres se crían para ser cuidadoras y madres en las esferas privadas-domésticas, los hombres se crían para ser los ‘ganadores del pan’ y responsables del crecimiento económico en las esferas públicas. La naturalización del trabajo reproductivo como tarea de mujeres produce una división sexual del trabajo, sin la cual el sistema socioeconómico nunca hubiera funcionado ya que necesita todos los trabajos invisibilizados para sostenerse. <strong>¿Por qué debería considerarse trabajo?</strong> La economía feminista argumenta que los hogares son lugares de producción al igual que los mercados y que el trabajo reproductivo es, en términos reales, trabajo. Por un lado, los hogares contribuyen “un ingreso en especie que produce bienestar” (Esquivel, 2013, p.6). Por otro lado, el trabajo reproductivo abarca una serie de costos (tiempo, esfuerzo, recursos) a quiénes lo realizan y una serie de beneficios a la sociedad y al sistema socioeconómico. Estos beneficios se pueden categorizar en dos tipos: el sostenimiento del estándar de vida y el sostenimiento del tejido de las relaciones familiares y comunitarias (Esquivel, 2013, p.6). Al proporcionar a las personas (niñas y niños, adultos y adultas mayores, personas enfermas) los recursos necesarios para mantener su bienestar físico y emocional en el entorno de su vida cotidiana el trabajo reproductivo se convierte en un requisito para la producción del mercado capitalista. Le proporciona su fuerza de trabajo, bienestar social y le permite desplazar costes para aumentar sus beneficios. <strong>Conclusión</strong> El trabajo doméstico no remunerado, llevado a cabo alrededor del mundo mayoritariamente por mujeres, permanece siendo una de las esferas ocultas del actual sistema socioeconómico. Sin embargo, los datos disponibles demuestran que este trabajo puede llegar a presentar hasta un 36% del PIB anual de un país. Es necesario visibilizar y reconocer formalmente las aportaciones de este trabajo al bienestar humano, social, y económico. Las economistas feministas argumentan que es necesario encontrar maneras de colectivizar y redistribuir estos trabajos por la sociedad, mediante el desarrollo de políticas y financiación a actividades que “respalden la prestación o el acceso a los servicios de cuidado” (Esquivel 2013, p.13). <strong>Referencias</strong> Azumendi, E. (26 de febrero, 2016). ¿A cuánto equivale el trabajo doméstico en PIB? Recuperado de <a href="https://www.eldiario.es/norte/euskadi/equivale-trabajo-domestico-PIB_0_488551640.html">https://www.eldiario.es/norte/euskadi/equivale-trabajo-domestico-PIB_0_488551640.html</a> Carrasco, C. (2011). La economía del cuidado: planteamiento actual y desafíos pendientes. <em>Revista de Economía Crítica,</em> 11: 205-225. Disponible en <a href="http://www.ucm.es/info/ec/rec/Revista_Economia_Critica_11.pdf">www.ucm.es/info/ec/rec/Revista_Economia_Critica_11.pdf</a> Esquivel, V. (2013). El cuidado en los hogares y las comunidades. Documento conceptual. OXFAM Research Reports, Octubre 2013. Disponible en http://oxfamilibrary.openrepository.com/oxfam/bitstream/10546/302287/2/rrcare-background-071013-es.pdf Gómez, M. (13 de febrero, 2018). La mujer dedica el doble de horas que el hombre al trabajo no pagado. Recuperado de <a href="https://elpais.com/economia/2018/02/12/actualidad/1518462534_348194.html">https://elpais.com/economia/2018/02/12/actualidad/1518462534_348194.html</a> Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (2014). <em>Trabajo no remunerado de los hogares. </em>Recuperado de <a href="http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/cn/tnrh/default.aspx">http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/cn/tnrh/default.aspx</a> Instituto Vasco de la Estadística (2013). <em>El trabajo doméstico no remunerado de la C.A. de Euskadi equivaldría al 32,4% del PIB en 2013. </em>Recuperado de <a href="http://www.eustat.eus/elementos/ele0013200/El_trabajo_domestico_no_remunerado_de_la_CA/not0013261_c.html">http://www.eustat.eus/elementos/ele0013200/El_trabajo_domestico_no_remunerado_de_la_CA/not0013261_c.html</a> Valorarización del trabajo doméstico no remunerado- TDNR. (s.f.). Recuperado de <a href="http://www.inamu.go.cr/valorizacion-del-trabajo-domestico-no-remunerado">http://www.inamu.go.cr/valorizacion-del-trabajo-domestico-no-remunerado</a>
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