Género y COVID-19 en campos de personas refugiadas
Blanca Seara Millán
Escuela de Gobierno, Universidad Complutense de Madrid
Según la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, una persona refugiada es aquella que:
Debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, […] fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él (Naciones Unidas, 1951).
Actualmente, y según datos actualizados en 2020, del Alto Comisionado de las Naciones Unidas por los Refugiados (ACNUR), más de 79,5 millones de personas en todo el mundo se han visto obligadas a huir de sus países de nacimiento y de estas, casi 26 millones son refugiadas. Las mujeres y niñas suponen aproximadamente el 50% de la población refugiada.
Las desigualdades de género son patentes antes de cualquier crisis, pero las consecuencias de dicha crisis se manifiestan de manera diferenciada en mujeres, hombres, niñas y niños. En este contexto de pandemia, la Alta Comisionada Adjunta para Protección de ACNUR, Gillian Triggs, alerta sobre la mayor vulnerabilidad a la que están expuestas las mujeres y niñas frente a la COVID-19, con mayor riesgo de sufrir agresiones vinculadas al género, con el agravante de poder quedar recluidas con sus agresores sin la posibilidad de pedir ayuda y de ser forzadas a ejercer la prostitución o a contraer matrimonios infantiles debido a la pérdida de sus medios de subsistencia a causa de las medidas de confinamiento.[1]
¿Qué está suponiendo esta nueva crisis para las mujeres refugiadas?
La aparición de la COVID-19 ha supuesto un impacto de gran magnitud a nivel global, significando no sólo una crisis sanitaria sino también el acicate de una importante crisis social y económica que perjudica especialmente a las personas que ya se encontraban en situaciones de gran vulnerabilidad y pobreza como es el caso de la población refugiada.
La mayoría de las personas refugiadas residen en estados vecinos a los suyos de origen, en países como Turquía, Pakistán o Uganda que huyen de situaciones de conflicto como las de Siria, Sudán del Sur o Afganistán. Sólo un 1% de la población refugiada se desplaza fuera de la región de su país natal. El 80% de las personas refugiadas residen en países de renta media o baja, cerca de sus lugares de origen (CEAR, 2020 p.9).
Las condiciones de vida en los campos de personas refugiadas se ha hecho mucho más compleja con la aparición del virus, no necesariamente por la expansión del mismo o un alto número de personas infectadas, sino por el freno de la provisión de servicios y asistencia que garantizan la supervivencia en ellos.
El cierre de los campos por la cuarentena, ha supuesto un incremento de la violencia especialmente hacia mujeres y menores, en unas condiciones de vida extremas y de máxima dificultad. La precariedad económica se ha acentuado también, por la imposibilidad de desplazamiento para trabajar, por lo que proliferan comercios informales alrededor de los campos, con precios desproporcionados, que generan aún más pobreza en la población (CEAR, 2020 p.13-15).
Estadísticas recientes señalan que, a nivel global, hay más hombres fallecidos por la COVID-19, que mujeres. Sin embargo, son éstas las que más sufren las consecuencias a largo plazo de las crisis económicas, sociales y sanitarias generadas por la pandemia (Global Health 5050, 2020).
El incremento de la violencia, el deterioro de la salud mental, la sobrecarga de tareas de cuidados y la imposibilidad de tener un sustento propio, son algunas de las amenazas que se han visto acentuadas para las mujeres, con el confinamiento de los campos de personas refugiadas. En contextos como estos, hay que sumar a los riesgos ya mencionados, el hecho de que los servicios sanitarios se colapsan y los relativos a la salud sexual y reproductiva se ven seriamente afectados, causando graves problemas de salud en las mujeres, que continúan necesitando programas de planificación familiar o partería (UNFPA, 2020).
La necesidad de aplicar medidas y proyectos sensibles con la igualdad de género y la protección y atención a las mujeres y niñas, es imperativa en una crisis sanitaria de la que todavía no se vislumbra el final y que trae consigo consecuencias catastróficas a nivel global. Esta crisis incide más duramente en las personas que antes de verse abocadas a una epidemia sanitaria, ya estaban en condiciones de gran precariedad y vulnerabilidad y cuya supervivencia es extremadamente compleja.
Impacto de la COVID-19 en población refugiada y la importancia de incorporar una perspectiva de género
En contextos de campos de personas refugiadas, la imposibilidad de la distancia física debido al hacinamiento, el acceso limitado a fuentes de agua potable, materiales de higiene y productos sanitarios y una estructura sanitaria muy débil, convierte estos asentamientos en un escenario muy complicado para la prevención y tratamiento de la COVID-19.
En estos espacios de gran dificultad para la supervivencia, la incorporación de la perspectiva de género en los ciclos de programas humanitarios es de vital importancia, para evitar la desigualdad y violencia, donde mujeres y niñas son las principales afectadas. La incorporación del enfoque de género en programas de desarrollo, supone el análisis, cuestionamiento y transformación de los tradicionales roles de género que perpetúan situaciones de desigualdad.
Dicho enfoque combina una doble estrategia: la del empoderamiento de las mujeres y la del mainstreaming de género o transversalidad (Gómez-Galán, Pavón y Sáinz, 2013, p.87); que sitúa el género como un factor que debe atravesar todo el ciclo del programa para poder dar visibilidad a problemáticas derivadas de la desigualdad de género como por ejemplo: acceso a libertades, derechos o representatividad, sufridas por mujeres en todas las franjas de edad (Secretaría General Iberoamericana, 2016, p.17). Por ejemplo, en el diseño de los programas humanitarios en materia de salud y asistencia sanitaria, debe considerarse el hecho de que la realidad es vivida de formas diferenciadas, en función del sexo y la edad, por lo que las repercusiones psicológicas, físicas y emocionales, así como el acceso a información y tratamientos sanitarios serán muy distintos también.
De esta forma, a la hora de abordar acciones en materia de salud, es conveniente realizar un análisis de género, integrando otras variables como la edad, religión, orientación sexual etc. para valorar y comprender las necesidades específicas de mujeres, hombres, niñas y niños y también población LGTBIQ+ (como población que en determinados países también se ve forzada a huir por cuestiones relacionadas con la identidad de género) (CEAR, 2015). La integración de medidas y acciones específicas que atiendan estas necesidades garantiza mejorar las condiciones sanitarias, la seguridad y la dignidad de la totalidad de la población receptora (IASC, 2017 p.224), así como el acceso universal al derecho a la salud en condiciones de igualdad (Gómez-Galán, Pavón y Sáinz, 2013 p.41).
Aplicar un enfoque de género a lo largo de todo el ciclo de programación, haciendo partícipes a las personas a las que se dirigen los programas, valorando sus necesidades y obstáculos reales (ACNUR, 2020), permitirá definir mejor los objetivos y diseñar actividades para paliar problemas específicos como, por ejemplo: incluir servicios de salud reproductiva y acciones para supervivientes de violencia de género.
—–
[1] https://eacnur.org/blog/violencia-de-genero-y-mujeres-refugiadas-tc_alt45664n_o_pstn_o_pst/—–
Bibliografía
ACNUR (2019). Tendencias globales: desplazamiento forzado en 2019. Recuperado de: https://www.acnur.org/5eeaf5664.pdf
ACNUR (2020). Gender equality toolkit. Recuperado de: https://www.unhcr.org/publications/manuals/5e5cd64a7/unhcr-gender-equality-toolkit.html?query=gender
CEAR (2015). Discriminación y persecución por orientación sexual e identidad de género: el camino hacia una vida digna. Recuperado de: https://www.cear.es/wp-content/uploads/2020/03/Perseguidos-LGTB.pdf
CEAR (2020). Situación de las personas en necesidad de protección internacional ante la COVID-19. Recuperado de :https://www.cear.es/wp-content/uploads/2020/06/Informe-COVID_web.pdf
Gómez-Galán, Pavón y Sáinz (2013). Enfoque basado en los derechos humanos en los programas y proyectos de desarrollo. Madrid: CIDEAL.
IASC (2017). Manual de género para la acción humanitaria. IASC.
Naciones Unidas (1951). Convención sobre el Estatuto de los Refugiados. Ginebra. Recuperado de: https://eacnur.org/files/convencion_de_ginebra_de_1951_sobre_el_estatuto_de_los_refugiados.pdf
Secretaría General Iberoamericana (2016). Guía para la transversalización de la perspectiva de género en los programas, iniciativas y proyectos adscritos de la cooperación iberoamericana. Madrid: Secretaría General Iberoamericana.
Enlaces web consultados:
ACNUR (2020). Violencia de género y mujeres refugiadas.
Recuperado de: https://eacnur.org/blog/violencia-de-genero-y-mujeres-refugiadas-tc_alt45664n_o_pstn_o_pst/
Global Health 5050 (2020): Sex, gender and COVID-19: overview and resources. Recuperado de: https://globalhealth5050.org/covid19/ en Oertelt-Prigione, Sabine (2020). The impact of sex and gender in the COVID-19 pandemic: case study. European Commission. Recuperado de: https://op.europa.eu/en/publication-detail/-/publication/4f419ffb-a0ca-11ea-9d2d-01aa75ed71a1/language-en
UNFPA (Fondo de Población de las Naciones Unidas) (2020): Frenar la COVID-19: proteger la salud y los derechos de las mujeres y niñas. Recuperado de: https://www.unfpa.org/es/news/frenar-la-covid-19-proteger-la-salud-y-los-derechos-de-las-mujeres-y-las-ni%C3%B1as