La feminización del VIH/SIDA: el caso de Mozambique
Escuela de Gobierno, Universidad Complutense de Madrid (EG-UCM)
Sergio Moreno Ríos
La feminización del virus
De acuerdo con el Fondo de Población para las Naciones Unidas (UNFPA) “cada vez se comprueba más que el rostro del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) tiene rostro de mujer” dado que, a raíz de factores sociales, culturales y fisiológicos, son las mujeres quienes padecen una mayor exposición al virus (ONU SIDA, 2018).
En efecto, a este fenómeno incremental, por el que casi la mitad de las personas que viven con el virus son mujeres, se le conoce hoy como “feminización del VIH/SIDA”. Por lo pronto, las altas tasas de infección se han venido registrando en países donde la epidemia ha generalizado su cronificación y la transmisión es primordialmente heterosexual – a menudo en el marco del matrimonio – (ONU SIDA, 2018). Concretamente, de la totalidad de personas con VIH, el 57% vive en África, al sur del Sahara y en el Caribe, el 49% son mujeres – siendo las jóvenes las que se encuentran en una situación de alto riesgo – y, de todas ellas con carga serológica detectable, el 77% son africanas.
A tenor de ello y al tiempo que las mujeres poseen una mayor probabilidad fisiológica que los hombres de contraer el virus durante el acto sexual, la academia ha venido advirtiendo como la violencia de género es un aspecto medular de la epidemia de VIH que, aunado a la pobreza, “obliga a muchas mujeres a realizar trabajo sexual para su subsistencia y a entablar relaciones transaccionales que excluyen la utilización de preservativos” (África Fundación, 2018). De igual modo, prácticas tales como la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil y la práctica perjudicial del levirato– unión entre la viuda con un pariente del esposo fallecido –, agravan el riesgo de las mujeres a contraer el virus (ONU SIDA, 2018). Asimismo, la escasa sensibilización y educación afectivo-sexual acrecienta las prácticas de riesgo y anula el poder de negociación y las condiciones de seguridad de las mujeres con sus distintas parejas sexuales (ONU SIDA, 2018).
Así pues, la literatura académica ha venido insistiendo en la necesidad de articular enfoques de prevención de VIH sensibles al género con la finalidad de empoderar a las mujeres a todos los niveles – social, cultural y económico –, responsabilizarlas para con su salud y lograr la cooperación de sus compañeros sexuales varones en el uso del preservativo (Bidaurratzaga, 2009). En este contexto, el presente artículo explora, desde una perspectiva de género, las más recientes tendencias e iniciativas en las que participan actores locales e internacionales en la lucha contra la infección en un caso particular como el de Mozambique, con un Estado frágil y una fuerte participación por parte de la cooperación internacional.
La realidad mozambiqueña del VIH/SIDA
En primer lugar, urge señalar como y acorde a datos de un reciente estudio, el elevado porcentaje de personas que saben estar infectadas en Mozambique – un 36% – pero deciden no revelarlo durante las campañas de diagnóstico debido a la estigmatización, podría estar conduciendo a sobrestimar el número de nuevos casos de VIH y, en consecuencia, distorsionando los datos en un país donde el diagnóstico del VIH continúa siendo anónimo (Fuente-Soro, López-Varela, Augusto, et. al, 2018).Asumiendo por tanto el sesgo, es posible, no obstante, partir de un somero análisis de los resultados de la última Encuesta de Indicadores de Inmunización, Malaria y VIH/SIDA (IMASIDA) elaborada por el Ministerio de Salud y el Instituto Nacional de Estadística de Mozambique, y afirmar que la práctica totalidad de indicadores han corroborado la tesis de partida: el VIH/SIDA sigue siendo un problema de salud pública y su naturaleza no ha hecho sino feminizarse vislumbrando la brecha de género existente en el país (IMASIDA, 2018). En este sentido, Mozambique padece una brecha de género del 72.1% (Fondo Económico Mundial, 2018) que agrava la división de recursos y oportunidades entre mujeres y hombres en la participación política y económica, en el acceso a la educación y en la esperanza de vida.
Por lo pronto cabría comenzar señalando como, desde el año 2010, gracias a las campañas de prevención de la propagación del virus, las nuevas infecciones de VIH y las muertes relacionadas con el SIDA han disminuido en un 24% y en un 46% respectivamente. Sin embargo, un análisis comparativo de los informes de IMASIDA permite cerciorar que, frente a una prevalencia del virus del 11,5% en el grupo de edad de entre 15 a 49 años en el año 2009, en el año 2015 la tasa ha aumentado hasta un 13,2%. Asimismo, entre 2009 y 2015 se produjo un aumento del 14,8% en la proporción de la población adulta con carga viral de VIH positiva (IMASIDA, 2018, INSIDA, 2010). Si bien, al referirse a los márgenes de error en ambas encuestas es posible afirmar que la diferencia no es estadísticamente significativa, no cabe duda de que la disminución prevista para con la prevalencia del VIH no ha alcanzado a materializarse.
Igualmente, y pese a que la encuesta carece de una correcta transversalización del enfoque de género, es posible detectar en la misma una mayor tasa de prevalencia del VIH entre las mujeres – 15,4% – frente a la de los hombres – 10,1% –. Concretamente, en el grupo de edad más afectado – población circundante entre los 35 y 39 años – el 17,5% de los hombres y el 23,4% de las mujeres son VIH positivos. Por su parte, en la juventud de entre 14 y 24 años, el 6,9% estaría infectada y, con todo, las mujeres asumirían tres veces más posibilidades de estar infectadas que los hombres – un 9,8% de prevalencia femenina frente a un 3,2% de prevalencia masculina – (IMASIDA, 2018).Finalmente, los datos muestran que el conocimiento sobre las formas de transmisión del VIH y los métodos de prevención habrían disminuido desde el año 2009: únicamente el 56% de los hombres frente al 47% de las mujeres poseerían educación sexual en la materia (IMASIDA, 2018).
Rumbo a un 2020 con una perspectiva de género
En el año 2014, ONUSIDA se encaminó a alcanzar la llamada meta 90-90-90 para el año 2020: “diagnosticar al 90% de las personas infectadas por el VIH, tratar al 90% de personas positivas y lograr la supresión viral en el 90% de personas tratadas”. En la actualidad y desde el año 2015, Mozambique ha venido acogiendo tales metas mediante un despliegue gradual de pruebas con la finalidad de extender la cobertura de la terapia antirretroviral a un 81% de los adultos y un 67% de niñas y niños que viven con el VIH para el año 2020 (ONU SIDA, 2018). En síntesis, pese a existir planes en marcha para revitalizar la prevención del VIH, ampliar los modelos de atención diferenciada – incluida la prestación de servicios comunitarios – e identificar las brechas en la prevención de la transmisión del virus, la lucha contra la violencia sexual en base al género continúa figurando, en muchas estadísticas y planes, como un departamento estanco en un país en el que una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual con su esperable proyección en el número de infecciones (Médicos del Mundo, 2015). Para ello y frente a fracasadas estrategias misóginas y moralistas como ABC – Abstinence, Be Faithful, Condoms, ordenadas por orden de importancia – (Bidaurratzaga, 2009), junto con las actuales campañas de prevención y erradicación de la violencia sexual de carácter transversal, habrán de promoverse en los próximos años políticas públicas integrales que articulen la prevención y atención de ambas pandemias desde una perspectiva de género y derechos humanos y a través del fortalecimiento de la acción concentrada. Es decir, se deberá capacitar y sensibilizar al personal de salud, seguridad y justicia acerca de la violencia contra las mujeres y niñas y sobre la mayor vulnerabilidad de esta población al VIH/SIDA; generar, asimismo, un registro nacional unificado y sistemático de violencia contra las mujeres que contemple el número de infecciones; y, entre otras medidas, desarrollar protocolos nacionales que integren en los servicios de prevención, prueba y consejería del VIH/SIDA a los servicios de asistencia a mujeres en situación de violencia (Bianco et Mariño, 2010).
Por otro lado y en tanto que la desigualdad de género y la feminización de la pobreza en el país encuentran su razón primigenia en los últimos datos educativos facilitados – según los cuales, las niñas y jóvenes estudian de media dos años menos que los varones – (Médicos del Mundo, 2015), se hace imprescindible la expansión de una coeducación equitativa e igualitaria que incorpore programas de educación sexual integral a través de todo el ciclo escolar, difundiendo los derechos de la infancia y de las mujeres, integrando la perspectiva de género en el currículum así como la coordinación intersectorial a modo de facilitar el acceso de la población adolescente a las acciones de promoción y prevención derrocando, a su vez, los estereotipos que, más allá de discriminar, dificultan el correcto tratamiento y la supresión viral de la infección (Bianco et Mariño, 2010).
Por último, se busca aquí recordar la imperiosa necesidad de un país que aún no ha alcanzado la cobertura general de los servicios sanitarios en la totalidad del país, la provisión eficiente de los mismos, la garantía de recursos humanos y materiales ni, mucho menos, el acceso a la tierra o el empoderamiento socioeconómico y laboral de las mujeres (África Fundación, 2017). Sin todo ello, sin la completa liberación y emancipación de las mujeres que la Constitución recoge como mandato popular a hacer efectivo, parece imposible imaginar un país libre de VIH/SIDA.
Referencias bibliográficas
Revistas académicas
Bianco, M. et Mariño, A. (2010). Dos caras de una misma realidad: Violencia hacia las mujeres y VIH/sida en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Buenos Aires: Fundación para el Estudio e Investigación de la mujer, págs. 92-96.
Fuente-Soro, L. Lopez-Varela, E. Augusto, O. et al. (2018). Monitoring progress towards the first UNAIDS target: understanding the impact of people living with HIV who re-test during HIV-testing campaigns in rural Mozambique, Barcelona: Instituto de Salud Global (ISGlobal).
Documentos electrónicos
África Fundación (2017). El sida aumenta en Mozambique. Recuperado el 20 de febrero de 2019, de http://www.africafundacion.org/spip.php?article27510
Amnistía Internacional (2014). Mozambique. Los derechos de las mujeres están en grave peligro. Recuperado el 20 de febrero de 2019, de https://www.es.amnesty.org/actua/acciones/mozambique-derechos-mujeres-mar14/
Bidaurratzaga, D. (2009). Las políticas de lucha contra el VIH/SIDA en Mozambique: retos para la cooperación internacional (ARI). Recuperado el 20 de febrero de 2019, de http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano_es/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/ari78-2009
Foro Económico Mundial (2018). Índice de Brecha Global de Género, Mozambique. Recuperado el 20 de febrero de 2019, de
https://datosmacro.expansion.com/demografia/indice-brecha-genero-global/mozambique
IMASIDA (2018). Inquérito de Indicadores de Imunização, Malária e HIV/SIDA. 2015. Recuperado el 20 de febrero de 2019, de
https://dhsprogram.com/pubs/pdf/AIS12/AIS12.pdf
INSIDA (2010). Inquérito Nacional de Prevalência, Riscos Comportamentais e Informação sobre o HIV e SIDA em Moçambique. 2009. Recuperado el 20 de febrero de 2019, de https://dhsprogram.com/pubs/pdf/ais8/ais8.pdf
Médicos del Mundo (2015). Memoria. Mozambique. Recuperado el 20 de febrero de 2019, de http://www.medicosdelmundo.es/memorias/2015/pais.php?id_pais=7
ONU SIDA (2018). Mozambique. Recuperado el 20 de febrero de 2019, de http://www.unaids.org/es/regionscountries/countries/mozambique