Empoderamiento económico y trabajo doméstico
Universidad Complutense de Madrid
Verónica Pastor Fernández
La contribución de las mujeres a la esfera económica es algo que a día de hoy no se puede obviar, tanto por el trabajo remunerado por cuenta propia o ajena (como empleadas o emprendedoras), como por todo el trabajo doméstico y de cuidados que realizan sin remunerar, gracias al cual sus vidas y las de sus familias y comunidades salen adelante. A pesar de los avances y los reconocimientos en los compromisos internacionales, existe actualmente una gran persistencia de mujeres que son económicamente dependientes.
El empoderamiento económico de las mujeres contribuiría a la reducción de la pobreza y mejoraría la calidad de vida de toda la población. Sin embargo, el modelo económico actual no propicia la igualdad de género, dificultando el acceso de muchas mujeres a empleos de más calidad y mejor remunerados, e impidiendo hacer frente a la desigualdad en la carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (Oxfam, 2017).
El empoderamiento económico de las mujeres cuenta con múltiples compromisos internacionales que lo promueven. Algunos ejemplos de los más representativos son:
- La Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres (CEDAW) (Naciones Unidas, 1979), en su artículo 11 reconoce el “derecho a igual remuneración, inclusive prestaciones, y a igualdad de trato con respecto a un trabajo de igual valor, así como igualdad de trato con respecto a la evaluación de la calidad del trabajo”. Así mismo, hace referencia al “derecho a la seguridad social, en particular en casos de jubilación, desempleo, enfermedad, invalidez, vejez u otra incapacidad para trabajar, así como el derecho a vacaciones pagadas”.
- La Plataforma de Acción de Pekín (Naciones Unidas, 1995) reúne seis objetivos específicos para impulsar el empoderamiento económico de las mujeres: promover los derechos económicos y la independencia de las mujeres; facilitar el acceso de las mujeres a los recursos y empleo en condiciones de igualdad; proporcionar capacitaciones y acceso a los mercados, la información y la tecnología; fortalecer la capacidad económica de las mujeres y sus redes comerciales; eliminar la segregación ocupacional y todas las formas de discriminación en el empleo; y promover la armonización del empleo y las responsabilidades familiares de hombres y mujeres.
- Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el objetivo 5, sobre igualdad de género, establece como una de sus metas para lograr la igualdad de género (meta 5.a) la necesidad de emprender “reformas que otorguen a las mujeres la igualdad de derechos a los recursos económicos, así como acceso a la propiedad y al control de la tierra y otros tipos de bienes, los servicios financieros, la herencia y los recursos naturales (…)” (Naciones Unidas, 2015).
Pese a este marco internacional, las mujeres siguen estando discriminadas en el ámbito del empleo, caracterizado por una brecha salarial entre mujeres y hombres, y por la segregación ocupacional y vertical, donde los puestos de mayor responsabilidad y prestigio son ocupados por hombres. Según los datos del Banco Mundial, el porcentaje medio de mujeres que trabaja en situación de vulnerabilidad es de un 78,32%[1] en África Subsahariana, que es la región geográfica con porcentajes más elevados. Así mismo, en esa misma región, el porcentaje de mujeres con empleo remunerado es del 19,86%[2]. Las cifras ponen de manifiesto que las mujeres realizan trabajos que las mantienen en situación de pobreza y explotación.
Un importante factor a tener en cuenta respecto a las dificultades que encuentran las mujeres para llevar a cabo trabajos remunerados, sin ser el único, es la carga desigual de trabajo doméstico y de cuidados en los hogares. Se trata de un factor estructural que limita las opciones de las mujeres para contar con ingresos propios, participar plenamente en la política y la sociedad, y tener acceso a la protección social para la satisfacción autónoma de sus necesidades (ONU Mujeres México, 2015, p. 2).
El trabajo doméstico y de cuidados: una barrera para la trayectoria laboral de algunas mujeres y una –precaria- oportunidad de empleo para otras
Comúnmente se considera al trabajo doméstico y de cuidados como una barrera para el empoderamiento económico de las mujeres. Es interesante reflexionar acerca de esta afirmación dado que la barrera no es el trabajo en sí, sino el hecho de que recaiga principalmente sobre las mujeres, sin valoración y casi siempre, sin remuneración. El trabajo doméstico y de cuidados no puede suprimirse porque es fundamental para la supervivencia. Sin embargo, podría dejar de suponer una carga para las mujeres si se distribuye, no solo con los hombres, sino también con los Estados y las empresas.
La falta de responsabilidad hacia el trabajo doméstico y de cuidados por parte de los mercados y los Estados (a excepción de los Estados de bienestar de los países nórdicos, donde sí hay una fuerte intervención estatal), que no proveen de estructuras colectivas que se encarguen del cuidado de la vida, conlleva la búsqueda individualizada de soluciones a las necesidades de cuidados dentro de los hogares. De esta manera, en los hogares se llevan a cabo estrategias privadas para resolver un problema que es público, y son particularmente las mujeres quienes terminan asumiendo los trabajos de reproducción.
El trabajo reproductivo tiene un elemento de naturalización que hace difícil separarlo de las mujeres debido a que se naturaliza la capacidad y el deseo de cuidar como cualidades femeninas. Existe una asociación tradicional del crecimiento y la acumulación con los valores de la masculinidad, y de la reproducción y cuidados con la feminidad.
Sin embargo, las estrategias de cada hogar para gestionar las tareas domésticas y de cuidados varían en función de factores como la clase social, la etnia o la nacionalidad. En muchos hogares de países del Norte donde las mujeres han ido abandonando el rol de cuidadoras a tiempo completo, sin que esto haya conllevado la desaparición de trabajos no mercantiles (Jubeto y Larrañaga, 2014), se recurre a la red familiar (generalmente las abuelas) para “echar una mano” en el trabajo doméstico y de cuidados. En otros casos en los que no se dispone de esta red, las mujeres hacen frente a la doble jornada o triple, cuádruple… dependiendo de si, además de los trabajos en el ámbito productivo y reproductivo, estudia, participa en actividades comunitarias, etc.
Los hogares que pueden permitírselo han mercantilizado el trabajo reproductivo, que se ha convertido en un nicho laboral para las mujeres migrantes. Se trata de hogares de clase media de países ricos, que contratan a otras mujeres (inmigrantes en la mayoría de los casos, pero no siempre) como empleadas domésticas y/o cuidadoras, porque las mujeres autóctonas se han movilizado hacia otros sectores de trabajo. A su vez, estas mujeres migrantes que se han desplazado a países ricos en busca de empleo con el fin de asegurar unos ingresos a sus familias, dejan el cuidado de estas en manos de otras mujeres. Para ello, recurren a la estrategia de la “familia amplia” (lazos familiares estratégicos en la provisión de bienestar cotidiano), donde la encargada del trabajo doméstico y los cuidados generalmente es la abuela, gracias a las remesas que las mujeres migrantes envían desde el país donde están trabajando. En otros casos, compran los servicios de mujeres más pobres que han dejado en su país de origen (Castelló, 2008). Este proceso da lugar a la globalización de los cuidados.
Rowena llama “mi bebe” a Noa, la niña estadounidense que está a su cuidado. Y la pequeña ha comenzado a balbucear en tagalog, la lengua que su niñera hablaba en Filipinas. Los hijos de Rowena viven con sus abuelos maternos y otros doce miembros de la familia, ocho de ellos niños, algunos de los cuales también son hijos de mujeres que trabajan en el extranjero. La figura que ocupa el lugar central en la vida de los niños es su abuela, la madre de Rowena. Pero la abuela trabaja de maestra con horarios prolongados, y el abuelo materno no se relaciona mucho con sus nietos, por lo cual Rowena ha contratado a Anna de la Cruz para cocinar, limpiar y cuidar a los niños. A su vez, Anna de la Cruz deja a su hijo al cuidado de su suegra octogenaria (Russell, 2008 p. 270).
Las cadenas globales de cuidados son “redes transnacionales que se establecen para sostener cotidianamente la vida y a lo largo de las cuales los hogares y, en ellos, las mujeres, se transfieren cuidados de unas a otras con base en ejes de jerarquización social” (Pérez, 2014, p. 215).
En un mundo globalizado, los problemas ya no son nacionales, sino transnacionales. La globalización remite a una transformación en la escala de la organización humana que enraíza comunidades distantes y expande el alcance de las relaciones de poder. En los lugares de origen, los hogares reunificados de las personas migrantes experimentan seriamente las dificultades de conciliación de la vida familiar y laboral. Sin embargo, en los países de destino, los hogares que contratan a personas migrantes obtienen beneficios de este trabajo, que responde a necesidades concretas y cotidianas (Orozco, 2007).
Así, aparecen nuevas formas de dominación entre mujeres autóctonas y mujeres migrantes. Este trasvase de la desigualdad evidencia cómo el proceso de externalización del trabajo reproductivo se ha hecho de tal forma que, lejos de poner en entredicho la división sexual del trabajo, la alimenta y la normaliza (Parella, 2003 en Castelló, 2008).
Las oportunidades para el empoderamiento económico de unas mujeres no deben suponer la explotación de otras. De esta manera, son únicamente las mujeres, desde sus distintas posiciones, quienes asumen el “invisibilizado” trabajo doméstico y de cuidados que sostiene los trabajos productivos, asimilando las estrategias patriarcales.
Para lograr el empoderamiento económico de todas las mujeres es fundamental la redistribución de las tareas domésticas y de cuidados al interior de los hogares, al tiempo que se promueve la intervención estatal a través de la implementación de programas para asegurar trabajos decentes para todas las mujeres, en igualdad de condiciones. Así mismo, las empresas deben adoptar un rol activo para favorecer la promoción de las mujeres a los puestos de poder y evitar segregación por ocupaciones y la brecha salarial, todo ello, propiciando posibilidades de conciliación reales.
Finalmente, es importante tener en consideración la importancia del trabajo doméstico de cuidados, sin el cual no sería posible realizar el resto de trabajos que se desempeñan en el ámbito “productivo”. La plena igualdad de los derechos laborales de quienes ejercen estos trabajos es un pilar básico para comenzar a trabajar por el empoderamiento económico de las mujeres.
Bibliografía
Castelló, L. (2008). La mercantilización y mundialización del trabajo reproductivo. El caso español. XI Jornadas de Economía Crítica, Bilbao. Recuperado de http://pendientedemigracion.ucm.es/info/ec/ecocri/cas/Castello_Santamaria.pdf
Jubeto, Y., y Larrañaga, M. (2014). El Desarrollo Humano local desde la equidad de género: un proceso en construcción. Bilbao: UPV / EHU.
Naciones Unidas (1979). Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres (CEDAW). Recuperado de http://www.un.org/womenwatch/daw/cedaw/text/sconvention.htm
Naciones Unidas (1995). Plataforma de Acción de Pekín. Recuperado de http://www.un.org/womenwatch/daw/beijing/platform/
Naciones Unidas (2015). Objetivos de Desarrollo Sostenible. Recuperado de https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/gender-equality/
ONU Mujeres México, (2015). Trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Transformar nuestro mundo. Recuperado de http://www2.unwomen.org/-/media/field%20office%20mexico/documentos/publicaciones/2016/trabajo%20dome%CC%81stico%20serie%20transformar%20nuestro%20mundo.pdf?la=es&vs=1057
Oxfam (2017). Una economía para las mujeres. Informe de Oxfam. Recuperado de https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/file_attachments/bp-an-economy-that-works-for-women-020317-es.pdf
Pérez, A. (2014). Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Madrid: Traficantes de sueños.
Russell, A. (2008). Amor y oro. En, La mercantilización de la vida íntima (pp.269-284). Madrid: Hatz Editores.
Referencias web
www.bancomundial.org
[1]https://datos.bancomundial.org/indicador/SL.EMP.VULN.FE.ZS?name_desc=false&view=chart
[2] https://datos.bancomundial.org/indicador/SL.EMP.WORK.FE.ZS?view=chart