Empoderamiento económico – Wikigender https://www.wikigender.org/es/ Gender equality Wed, 07 Dec 2022 14:51:46 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Género y Poder: ¿Dónde están las mujeres? Mecanismos que niegan, silencian y aíslan de los centros de poder a las mujeres https://www.wikigender.org/es/wiki/genero-y-poder/ https://www.wikigender.org/es/wiki/genero-y-poder/#respond Tue, 23 Feb 2021 13:12:21 +0000 https://www.wikigender.org/?post_type=userpress_wiki&p=25863  

María Jesús González Sanz

Escuela de Gobierno, Universidad Complutense de Madrid

 

Las feministas han tratado de descubrir las injusticias y nombrarlas, de cuestionar el orden establecido y quienes se benefician de él. El feminismo como teoría y práctica surge en la época de la Ilustración europea (siglo XVIII), cuando comienza a hacerse preguntas impertinentes que cuestionaban el “orden natural de las cosas”: ¿Por qué los derechos solo corresponden a los varones?, ¿dónde están las mujeres?, ¿por qué se las excluye?, ¿qué supone el hecho de ser mujer? Los diversos discursos y propuestas feministas han desarrollado y siguen aportando material suficiente como para articular discursos políticos basados en la justicia que permitan tomar conciencia de las discriminaciones que enfrentan las mujeres y tomar parte para cambiarlas. En el presente artículo, se presenta, en primer lugar, la importancia de tomar consciencia de los discursos y hechos que construyen el binarismo masculino/femenino, posicionando relaciones de poder, desigualdades y privilegios. Y, en segundo lugar, cuestionar cómo se articula el poder alrededor de las relaciones sociales. Por último, se realiza una breve reflexión sobre las diferentes experiencias con respecto al poder o a la ausencia de poder reflejadas en los roles normalizados y asignados a hombres y mujeres.

Lo indispensable para comenzar: tomar consciencia de género.

El enfoque de género cuestiona la relación entre hombres y mujeres establecida en la sociedad bajo patrones culturales que justifican la desigualdad y la subordinación de la mujer dentro de este sistema de relaciones sociales. De la misma forma, el enfoque de género es una propuesta de transformación de la sociedad, una revisión de cómo las relaciones entre hombres y mujeres se han desarrollado bajo un patrón de poder discriminatorio hacia las mujeres y personas discriminadas en función de diversos factores como pueden ser la raza, clase, diversidad funcional, etc.

Desde la segunda mitad del siglo XX, las académicas feministas[1] han elaborado el marco teórico donde situar la desigualdad de las mujeres, insistiendo en que las diferencias físicas entre los sexos -lo corporal, lo social, lo psíquico y lo histórico-, no justifican la desigualdad social entre mujeres y hombres. Desde el pensamiento teórico, se trataba de evidenciar que lo biológico[2] no es lo determinante, sino que las identidades simbólicas asignadas a mujeres y hombres en la organización de la vida social, al ser culturales, no son fijas, son variables y pueden ser transformadas.

En este sentido, Marta Lamas (1999, p.161) define la lógica del género como la “división simbólica de los sexos, partiendo de una oposición binaria: lo propio del hombre y lo propio de la mujer. Esta definición contribuye ideológicamente a establecer lo esencial de la feminidad y de la masculinidad”. La interpretación de esta lógica de género y sus reglamentaciones es lo que nos hace mujeres u hombres, así, “la asignación de género, implica atribuir a las mujeres un lugar distinto del que ocupan los hombres, cosa en la que no interviene su voluntad, se toma como natural” (María Jesús Izquierdo 2004, p. 132). Esta lógica social del género construye ideas y valores que pautan determinadas conductas en la sociedad, entrañando relaciones de poder, desigualdades y privilegios. Es decir, los hombres y mujeres se configuran conforme a un reparto de responsabilidades y posiciones, lo que condiciona su forma de desarrollo en los diferentes ámbitos de la vida.

Enfoque de género cuestionador de las relaciones de poder

El análisis crítico de la perspectiva de género sobre los diferentes patrones culturales asignados a hombres y mujeres comprende inevitablemente una crítica de la cultura del poder presente en la sociedad. El poder es uno de los temas más difíciles de abordar, Foucault (1992) establece que el poder es una relación social que opera en todos los ámbitos de la sociedad, desde las relaciones interpersonales hasta las instituciones del Gobierno. Como indica Isabel Rauber (2003), el poder no reside en una institución determinada, si no que actúa gracias a factores socioculturales y económicos que se presentan en la sociedad a través de diferentes medios y mecanismos que invisibilizan acciones de dominación, de poder. Haciendo que parezca natural la reproducción del poder dominante (roles masculinos) por la costumbre en los comportamientos del conjunto de la sociedad.

El poder está presente en todas las relaciones sociales y adopta diversas formas (económico, político, social o cultural), es multidimensional y depende de cada contexto. Las personas experimentamos distintas dinámicas de poder dependiendo de características sociales o identidades asignadas en base a cuestiones de género, raza, clase, orientación sexual, capacitismo, religión, etc… Es por esto que en función del contexto podemos experimentar privilegios y subordinaciones simultáneamente. Por ejemplo, en cualquier parte del mundo una mujer dirigente de una empresa, muy respetada y reconocida en su profesión, podría sufrir abuso doméstico en su hogar. (JASS, 2008).

Las feministas han categorizado las diferentes expresiones de poder, para entender mejor las fuentes de subordinación y desigualdad que operan en todas las sociedades. Estas expresiones de poder pueden ser tanto negativas (“poder sobre) como positivas (“poder entre”, “poder para” y “poder interior”). El “poder sobrees la forma más conocida del poder, se produce cuando se ejerce dominio sobre otros/as, concede privilegios a ciertas personas (acceso a recursos, participación, reconocimiento, etc.) mientras margina a otras (se les niega acceso y control a recursos, se ven obligados/as a ceder parte de su poder). Este tipo de poder perpetúa la desigualdad, la injusticia y la pobreza. Sin embargo, hay otras formas positivas de articular el poder que conllevan a la transformación de este “poder sobre. En primer lugar, el “poder entre” tiene que ver con trabajar de manera colectiva, crear una base común para conseguir valores y visiones comunes. En segundo lugar, el “poder para” alude a la capacidad que cada persona tiene para desarrollar su vida, abriendo posibilidades a la acción conjunta. Por último, el “poder interior”, tiene que ver con la autoestima, la conciencia, el autocuidado, la confianza, es la capacidad de imaginar y tener esperanza (JASS, 2008).  

Mujeres: poder y voz.

Observar las diferentes experiencias con respecto al poder o a la ausencia de poder reflejadas en los roles normalizados y asignados a hombres y mujeres puede ayudar a entender las importantes estructuras culturales que legitiman la exclusión de las mujeres.

Mary Beard (2018) en su libro “Mujeres y Poder” reflexiona sobre el poder y la voz pública de las mujeres. Es preciso señalar que la visión de poder presentada, en esta obra, es una aproximación limitada y centrada en la representación política femenina e identificada con el prestigio público. Beard realiza una reflexión interesante sobre cómo (en Occidente) hemos aprendido a mirar a las mujeres que ostentan cargos de poder “¿Cómo y por qué excluyen a las mujeres las definiciones convencionales de poder que llevamos a cuestas?” (p.58). Aunque es un hecho que en la actualidad hay más mujeres en “puestos de poder” que en años atrás, se evidencia que las mujeres son percibidas como individuos ajenos al poder. En este sentido bastaría con analizar las metáforas en torno al acceso al poder por parte de las mujeres: “romper el techo de cristal”, “llamar a la puerta”, “darles un empujón”, etc. Como indica Beard, “es habitual pensar que las mujeres que ocupan cargos de poder están derribando barreras o apoderándose de algo a lo que no tienen derecho” (2018, p.60).

Es importante la forma en la que se entiende el poder. Si atendemos a la esfera política, el poder se presenta como algo elitista, asignado al carisma individual y al alcance de unos pocos (en su mayoría hombres) que lo pueden poseer y ejercer. Bajo esta premisa, las mujeres quedan excluidas del poder al tratarse de una estructura codificada como masculina. Para revertir esta lógica patriarcal sería necesario articular el poder bajo premisas que den posibilidades a relaciones y estructuras más equitativas y que transformen las conductas que mantienen a las mujeres en los márgenes.

Otro centro importante de poder donde las mujeres están aisladas y silenciadas sería el de la voz pública. El discurso público y la oratoria aparecían como habilidades que definían la virilidad y la masculinidad como género. Como afirma Mary Beard “una mujer que hablase en público no era, en la mayoría de los casos y por definición, una mujer”. Por suerte nuestro sistema político-social actual ha desmontado muchas de las convicciones de género de la Antigüedad, pero no dejamos de ser herederos/as de una tradición de discurso de género que marca todavía nuestras tradiciones de debate y discurso público. Estos tipos de análisis dan cuenta de la necesidad de sensibilizarnos sobre cómo hemos llegado a crear y a entender esta “voz de autoridad”.

Es necesario repensar el poder en términos menos masculinos, tomar consciencia sobre cómo hablamos en público y creamos las “voces de autoridad”, las “voces de poder”. Aprender a construir nuevos caminos de poder, más equitativos, que cuestionen las relaciones de poder entre hombres y mujeres y, desde ahí, configurar nuevas significaciones de ser mujeres y hombres. Es decir, nuevas formas de relaciones entre ambos sin que pasen por la subordinación de ninguno (Isabel Rauber, 2003).

El feminismo intenta poner luz de justicia en los grandes paradigmas (democracia, poder, desarrollo económico, familia, justicia, etc…) desarrollados sin las mujeres o a costa de ellas, con el propósito de que los seres humanos sean lo que quieran ser y vivan como quieran vivir, sin estar condicionados por unas determinadas pautas y roles en función del sexo con que hayan nacido.


Bibliografía:

Beard, Mary (2018). Mujeres y Poder. Barcelona: Planeta.

Foucault, Michel (1992). Microfísica del poder. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A. Edición 2019.

Izquierdo, María Jesús (2004). Sistema sexo/género. Formación y acreditación en consultoría para la igualdad de mujeres y hombres, 111-143.

JASS-Asociadas por lo Justo (2008). Conceptualizando el poder para avanzar la justicia y la equidad. Haciendo que el cambio sea una realidad: El poder. HIVOS, 3.

Lamas, Marta (1999). Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género. Papeles de Población, 21, 147-178.

Rauber, Isabel (2003). Género y Poder: Ensayo Testimonio. Uma, Parte 1. Recuperado de: https://cronicon.net/paginas/Documentos/No.38.pdf


[1] Simón de Beauvoir fue la precursora de este enfoque. Publicó en 1949 su libro “El Segundo Sexo”, suponiendo un estudio totalizador de la mujer en Occidente, donde afirma que la opresión de la mujer no se debe a factores biológicos, psicológicos o económicos.

[2] El reduccionismo biológico supone recurrir a la Naturaleza para explicar las diferencias entre hombres y mujeres, apelar a la biología (rasgos físicos, genes y hormonas) para justificar dichas diferencias, reduciéndolas a los caracteres sexuales primarios. Negando así la diversidad individual afectada por circunstancias y relaciones que nos rodean, que son asimismo producto nuestro. Un ejemplo de reduccionismo biológico es el libro de Helen Fisher (2000), El primer sexo. Las capacidades innatas de las mujeres y cómo están cambiando el mundo.

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Minerales de Conflicto en África, ¿Qué significa para las mujeres? https://www.wikigender.org/es/wiki/minerales-de-conflicto-en-africa/ https://www.wikigender.org/es/wiki/minerales-de-conflicto-en-africa/#respond Thu, 10 Dec 2020 09:34:28 +0000 https://www.wikigender.org/?post_type=userpress_wiki&p=25771 Alba Barbosa Bes

Escuela de Gobierno, Universidad Complutense de Madrid

 

África, un amplio y fascinante continente en cuyo lugar se dice que surgió la especie humana. Un territorio con una superficie de 30.2 millones de kilómetros cuadrados divididos en 54 países y con una riqueza cultural inimaginable. Ecológicamente hablando, África alberga una inmensa flora y fauna de naturaleza transfronteriza, al igual que la mayoría de sus principales ríos, lagos y bosques (UNEP, 2008). La naturaleza transfronteriza de estos y muchos otros ecosistemas, junto con los recursos naturales que contienen, son la fuente de sustento de miles de comunidades locales, al igual que la fuente de diversos conflictos ambientales que generan grandes desafíos en el continente.

Hoy en día, la pobreza en África se relaciona con la abundante riqueza de recursos naturales, algo que parecería ser paradójico. Este fenómeno se denomina como “la maldición de los recursos naturales”, que atrapa a estos países en una lógica perversa, aumentando sus desigualdades internas y sus conflictos (Acosta, 2012). Sierra Leona, por ejemplo, es uno de los países africanos con más recursos naturales, pero que extrañamente ha sido relegado al final de la lista del Índice de Desarrollo Humano (IDH)[1], siendo en 2018 el 181 de 189 países (UNDP, 2019).

Minerales de conflicto

El continuo comercio de diferentes tipos de minerales como el cobalto, cobre, uranio, oro, diamantes, casiterita y coltán, han financiado algunos de los conflictos armados más violentos del mundo. Estos minerales, que normalmente acaban en nuestros móviles, coches y joyería, cruzan fronteras de forma clandestina creando un comercio mundial que enriquece a unos pocos y empobrece a la mayoría de la población local. A menudo los denominados “minerales de conflicto”, financian lucrativamente a grupos armados, gobiernos y empresas extractivas, y se asocian con abusos de derechos humanos, corrupción, desigualdad de género y degradación ambiental. República Democrática del Congo (RDC) es uno de los países africanos afectados por la violencia de los minerales (ALBOAN 2009), y el mayor exportador de cobalto con un 70% de la producción mundial según el U.S. Geological Survey (USGS, 2020).

En los territorios africanos, la minería es una de las actividades en auge que se da actualmente en explotaciones a cielo abierto, utilizando explosivos para remover toneladas de roca cada año. La extracción de minerales y metales del subsuelo no siempre es llevada a cabo por empresas nacionales o internacionales, sino que a veces algunas actividades mineras son realizadas por personas que no tienen permiso del gobierno. Este tipo de minería se llama artesanal o ilegal, y por lo general es a pequeña escala, con una baja obtención de ganancias y en condiciones de trabajo peligrosas. Esta, está representada normalmente por grupos armados de hombres y niños soldado que fomentan conflicto y terror entre la población local. Los diamantes y el coltán son lamentablemente conocidos por representar atrocidades de unos seres humanos hacia otros, convirtiendo la naturaleza en un arma de guerra, que impacta a las comunidades locales, militarizando el territorio y abusando de los derechos humanos (CEAR 2018).  El caso de Sierra Leona, es un claro ejemplo de un país dónde los llamados “diamantes de sangre”, hicieron parte de un largo conflicto que desembocó en una década de guerra civil. De hecho, Ross (2003) explica que, dentro de toda la variedad de recursos naturales, los diamantes fueron los que más se asociaron a guerras civiles entre los años 1990 y 2000.

¿Pero qué significa para las mujeres la presencia de industrias extractivas como la minería?

Los “diamantes de sangre” tuvieron un claro impacto en los cuerpos de las mujeres de Sierra Leona y en sus vidas, violando todo tipo de derechos humanos y dejando a las mujeres en una situación de pobreza extrema, reforzando aún más la estructura social patriarcal existente (Mcferson 2012). Aún así, esto no ha cambiado en la actualidad, donde se sigue con un modelo extractivista capitalista y patriarcal que presenta violencia en cada punto de la cadena de extracción, desde el saqueo de los recursos naturales hasta la explotación del trabajo humano (pagado y no pagado), incrementando las desigualdades entre ricos y pobres, y entre hombres y mujeres (WOMIN s.f.).

Cuando las luchas por el dominio y control sobre los minerales se vuelven violentas, las mujeres son las primeras en sufrir tanto violencia directa como indirecta, teniendo, la violencia por razón de género contra las mujeres, un alto grado de impunidad, y manifestándose en una serie de formas múltiples (CEDAW, 2017). Las mujeres de las comunidades afectadas por la minería experimentan violencia por parte de la policía, del ejército, de los grupos armados y las empresas de seguridad privada de manera diferente a los hombres (Mouzinho, s.f.)

Según Mouzinho, en el caso de proyectos mineros en Mozambique, cuando las comunidades pierden sus tierras por causa de la minería, las mujeres y niñas tienen que caminar distancias más largas para buscar agua, leña y alimentos que servirán para el sustento de la familia. En estos casos es cuando están expuestas a riesgos importantes como el tener que facilitar favores sexuales para que se les permita entrar en bosques a recoger madera, ser registradas de forma sexual al entrar en zona minera, o incluso ser violadas por agentes de seguridad, trabajadores, militares, etc. (Mouzinho, s.f.)

Vandana Shiva y Maria Mies (1993), aseguran la existente relación entre el modelo de desarrollo extractivista, la militarización de los territorios ocupados y la violencia contra las mujeres. El conjunto de estos tres factores que presentan los “minerales de conflicto”, fomentan las relaciones de poder desiguales entre mujeres y hombres, aumentando la violencia de género y utilizando a menudo la violencia sexual como arma de guerra.

Conclusiones

“Los minerales de conflicto” en el continente africano causan una violencia continua y estructurada que impacta los ecosistemas, las comunidades, y en específico a las mujeres, siendo estas últimas a menudo invisibilizadas.

Aún queda mucho por hacer para lograr la igualdad y el empoderamiento de la mujer en todo el mundo. Por este motivo, si nos centramos en las industrias mineras, hay que luchar para conseguir nuevas iniciativas, políticas públicas, leyes y compromiso de los gobiernos para que apuesten por una industria responsable y transparente, y que sea sensible a sus impactos sociales, económicos y ambientales, particularmente sobre las mujeres. Este tipo de transición, aunque insuficiente, es un paso más hacia el logro de los derechos humanos y la justicia de género.

Esta reflexión pone de manifiesto la necesidad urgente de entender que la violencia es una forma innata de este modelo de desarrollo extractivo patriarcal, y que necesitamos re-imaginar otro modelo posible que garantice una vida digna para todo ser vivo, al igual que para nuestros ecosistemas de los cuales nuestras vidas dependen.

 

 


Bibliografía

Acosta, A. (2012). Extractivismo y neoextractivismo: Dos caras de la misma maldición, 25 de Julio 2012, Recuperado de https://www.ecoportal.net/temas-especiales/mineria/extractivismo_y_neoextractivismo_dos_caras_de_la_misma_maldicion/

ALBOAN, Grassroots Reconciliation Group (2009). ENOUGH, El proyecto para poner fin al genocidio y a las muertes contra la humanidad. Un enfoque completo sobre los minerales en conflicto del Congo.

Âurea Mouzinho (s.f.). Guns, Power and Politics. Extractivism, Militarisation and Violence against Women in Mozambique. WOMIN. Recuperado de https://womin.africa/wp-content/uploads/2020/09/Mozambique_Report_English_FINAL.pdf

CEAR, (2018). Refugio por causas medioambientales: África en el olvido, Estudio de caso. CEAR y Universidad Autónoma de Madrid.

Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) (2017). Recomendación general núm. 35 sobre la violencia por razón de género contra la mujer, por la que se actualiza la recomendación general núm. 19. Recuperado de https://www.acnur.org/fileadmin/Documentos/BDL/2017/11405.pdf

Mecferson, H. (2012). Women and Post-Conlict Society in Sierra Leone. Journal of International Women’s Studies. Recuperado de https://www.researchgate.net/publication/265229907_Women_and_Post-Conflict_Society_in_Sierra_Leone_1

UNEP (2008). Africa atlas of our changing environment. UNEP.

Ross, M.L. (2003). Oil, drugs and diamonds: the varying roles of natural resources in civil war. En: Ballentince, K., Sherman, J. The political economy of armend conflict: Beyond Greed and Grievance (p. 47-70). Boulder y London, Lynne Rienner Publishers.

Shiva, V., Mies, M. (1993). Ecofeminism (1a ed.). Zed Books, London.

UNDP (2019). Inequalities in Human Development in the 21st Century: Briefing note for countries on the 2019 Human Development Report, Sierra Leone. Recuperado de http://hdr.undp.org/sites/all/themes/hdr_theme/country-notes/SLE.pdf

WOMIN (s.f.). Guns, Power and Politics. Extractivism, Militarisation and Violence against Women. Recuperado de https://womin.africa/militarization-vaw/


[1] El Índice de Desarrollo Humano (IDH) es un indicador del desarrollo humano por país elaborado por el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El indicador se calcula atendiendo a la media de las siguientes dimensiones: la esperanza de vida al nacer, la esperanza de vida escolar de niñas/os y la media de años de escolarización, y el ingreso nacional bruto per cápita.

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Extractivismo en América Latina y el Caribe: impacto en los pueblos originarios y las mujeres indígenas https://www.wikigender.org/es/wiki/extractivismo-en-america-latina-y-el-caribe-impacto-en-los-pueblos-originarios-y-las-mujeres-indigenas/ https://www.wikigender.org/es/wiki/extractivismo-en-america-latina-y-el-caribe-impacto-en-los-pueblos-originarios-y-las-mujeres-indigenas/#respond Thu, 03 Dec 2020 17:24:26 +0000 https://www.wikigender.org/?post_type=userpress_wiki&p=25756 Blanca Seara Millán

Escuela de Gobierno, Universidad Complutense de Madrid

 

Se entiende por extractivismo una forma de explotación del medio natural para la obtención de materias primas a gran escala. En la región de América Latina y el Caribe los proyectos de extracción de materias primas por parte de países extranjeros, se intensificaron en la década de los noventa, impulsados por políticas de países latinoamericanos para favorecer la inversión extranjera directa, concentrando el grueso de la extracción minera en: Perú, México, Brasil, Chile y Argentina (Carvajal, 2016).

Las prácticas extractivas son múltiples, entre las cuales destacan: la minería, extracción de hidrocarburos o plantaciones para los agro negocios (consistentes en emplear extensos territorios para la plantación de un producto agrícola que será exportado a países extranjeros).

Existe una gran competencia entre los países de América Latina y el Caribe por albergar los proyectos de desarrollo extractivo en sus territorios, motivados por las ganancias económicas que éstos pueden generar. Sin embargo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), pone de manifiesto que el hecho de que la inversión extranjera en un país sea alta, no implica por sí sola el desarrollo económico y la diversificación productiva de los países receptores de la misma, ya que debe ir acompañada de otras medidas orientadas a coordinar las prioridades de inversión de estos países. Igualmente, señala la importancia de que en un contexto internacional en el que la competencia por las inversiones extranjeras es cada vez más fuerte, se diseñen políticas involucradas con el desarrollo sostenible (CEPAL, 2019 p.15).

En este contexto, algunos Estados[1] flexibilizan determinadas legislaciones y firman convenios favorables para poder extraer, sin necesidad de adherirse a medidas de sostenibilidad y mantenimiento de los ecosistemas del entorno. Además, estos acuerdos dejan de lado a partes directamente afectadas, como las poblaciones que habitan los territorios en los que pretenden asentarse las actividades extractivas.

China y Canadá son dos de los países con mayor número de proyectos activos de minería y extracción de hidrocarburos en la región de América Latina y el Caribe, concentrando entre ambos un elevado número de acciones e inversiones en la región. Aunque esto podría considerarse como una inversión positiva en el país receptor, la mayor parte de las ganancias de estos proyectos van orientadas a empresas transnacionales privadas, que compiten en un mercado global. No necesariamente responden a los intereses locales y regionales de los países de donde se extraen las materias primas (Fund. Rosa de Luxemburgo,2013 p.23).

El discurso pro extractivista, basado en el neoliberalismo de los años 90, niega la necesidad de un equilibrio entre lo social y lo ambiental basándose en el concepto de crecimiento económico. El desarrollo extractivo, tiene como objetivo el beneficio de la población de las grandes ciudades, en detrimento de la población rural e indígena que ve mermada su calidad de vida por las consecuencias de dicha extracción (Silva, 2017 p.25).

Los métodos utilizados para las mencionadas explotaciones generan efectos devastadores en el entorno. Esto condena a los territorios exportadores a la pérdida de sus medios tradicionales de vida por el envenenamiento de sus aguas, sus tierras y los animales que las habitan. Dichos métodos se ven habitualmente confrontados por movimientos de resistencia de los pueblos indígenas y grupos ambientalistas, por citar algunos ejemplos en diferentes países: el Frente de Defensoras de la Pachamama (Ecuador), OFRANEH y COPINH (Honduras), Mujeres Aq’ab’al (Guatemala) y organizaciones como el Colectivo de Acciones Socioambientales CASA (Bolivia) (Carvajal, 2016 p.47-48).

La aparición en los territorios de grandes proyectos de extracción conlleva la presencia de militares, seguridad privada y grupos paramilitares en la zona y la consecuente expulsión de sus habitantes -en su mayoría población indígena- despojándoles de sus tierras y medios de subsistencia. La militarización de los territorios en pro de la protección de las instalaciones de los proyectos, ejerce control sobre las tierras donde los derechos humanos se violan de manera sistemática por parte de entidades públicas y privadas en connivencia en muchos casos, con autoridades regionales (Carvajal, 2016 p.29).

La Relatora Especial de las Naciones Unidas en su Informe sobre los derechos de los pueblos indígenas (2015), sostiene que tal y como se están llevando a cabo los acuerdos multinacionales de inversión, estos “afectan negativamente […] a los derechos de los pueblos indígenas, en particular a sus derechos a la libre determinación, a sus tierras, territorios y recursos, a la participación y al consentimiento libre, previo e informado”.

¿Qué implicaciones tiene el extractivismo en las mujeres indígenas?

María Lugones expone en su trabajo “Hacia un feminismo descolonial” (2011) que a partir de la colonización de las Américas y el Caribe, se estableció una dicotomía entre lo humano (colonizadores) y no humano (colonizados) y una “misión civilizadora” de aquellos seres considerados bestias, sirviendo de excusa para numerosos actos de crueldad y explotación sobre personas y territorios.

Basándonos en esta dicotomía, en lo que podría considerarse un colonialismo moderno los valores predominantes son los del neoliberalismo, que despojan de humanidad e importancia a las costumbres ancestrales de los pueblos originarios, que suponen parte trascendental de sus medios de subsistencia y también de sus valores culturales. Rocío Silva Santiesteban habla del extractivismo como un sistema colonial y patriarcal que se representa a través de lo que ella llama “basurización simbólica que es una forma de conferirle a “ciertos seres humanos” una representación que tenga como mandato salir del sistema para que el sistema funcione” (Silva, 2017).

El modelo de desarrollo basado en explotar el territorio de manera abusiva es fuertemente criticado por movimientos de mujeres indígenas y asociaciones en defensa de la tierra. Estos movimientos son desacreditados y demonizados por el discurso imperante, que los define como contrarios al crecimiento de la región y como agitadores del orden público (Silva, 2017). La filosofía de las mujeres indígenas fomenta valores en torno a la comunidad como un concepto global del “nosotras/os”, de interconexión entre la tierra, la naturaleza, los animales y los seres humanos. El binomio mujer/naturaleza que situaría a la mujer como creadora y sostenedora de la vida, también lo haría como sujeto explotable y denigrable por parte del sistema patriarcal capitalista (Aimé, 2015).

La contaminación ambiental a causa de vertidos tóxicos u otras consecuencias derivadas de los asentamientos extractivos, provoca otras implicaciones como la migración forzada, la expulsión o la permanencia de estos pueblos en sus territorios, en situaciones de extrema pobreza y vulnerabilidad.

Esta contaminación puede generar problemas graves de salud en la población, que en las mujeres se ven principalmente representados en altas mortalidades maternas, cánceres en el aparato reproductor, contaminación de la leche materna o abortos espontáneos. Asimismo, puede influir en sus labores de crianza, por una alta mortalidad infantil, defectos congénitos o enfermedades infantiles (CIDH 2017).

La existencia de proyectos extractivos en los territorios, supone la alteración de la estructura social y las economías locales y una ruptura en los paradigmas culturales y vitales de los pueblos originarios. Las mujeres indígenas se ven afectadas de manera desproporcionada, ya que sus roles como integrantes partícipes de la sociedad y lideresas espirituales cambian por completo, al introducirse nuevas formas de producción que emplean mayoritariamente a los varones en empleos precarizados, mal pagados e insalubres.

También se ven precarizadas las labores de cuidados, haciendo responsables a las mujeres de todo el trabajo comunitario (en ausencia de los varones) y doméstico, atención a personas enfermas a causa de la contaminación ambiental y a la pérdida de autonomía económica por la descomposición del tejido comercial tradicional.

El impacto diferencial de género implica que los roles y las tareas asociadas tradicionalmente a las mujeres indígenas se diluyan, dejándolas al margen del orden social y siendo forzadas por sus situaciones de vulnerabilidad a ejercer la prostitución o inmersas en redes trata de seres humanos (CIDH, 2017 p.71).

La violencia sexual es una fórmula recurrente de represión ante resistencias de grupos contrarios a los proyectos extractivos, en desalojos forzados y como medio de denigración y estigmatización de las defensoras de los territorios (Carvajal, 2016 p.33). Por su condición de indígenas, las mujeres son víctimas también del racismo estructural y los prejuicios que las sitúan en un escalafón social inferior con un alto riesgo de marginalidad.

La situación de alta vulnerabilidad y pérdida de sustento económico, unida a la llegada de trabajadores temporales a los puntos de extracción y a una “masculinización” del entorno, genera situaciones de gran peligro y violencia hacia las mujeres. Berta Cáceres o Máxima Acuña de Chaupe son dos ejemplos de los muchos que existen, de mujeres defensoras de los territorios que han liderado protestas contra la destrucción de su entorno natural y su capital cultural, poniendo en riesgo su integridad física e incluso su propia vida.

El dogma capitalista del crecimiento económico a toda costa, niega la existencia de los límites del planeta tanto en su superficie cultivable como habitable. Esta tendencia aboca al colapso ambiental, con la consecuente pérdida de vidas humanas y especies de animales y plantas (Fund. Rosa de Luxemburgo, 2013). Valorar exclusivamente elementos relacionados con el crecimiento económico, desde una perspectiva neoliberal, capitalista y patriarcal repercute en un aumento de la pobreza, la desigualdad y la violencia en los territorios indígenas y unas desastrosas previsiones de futuro, ya que las consecuencias a nivel ecológico, social y económico para estas poblaciones tienen un gran impacto a largo plazo.

Bibliografía

Aimé Tapia González, Georgina (2015). Aportaciones de las mujeres indígenas al diálogo entre filosofía y ecología en Puleo, Alicia, Ecología y género en diálogo interdisciplinar (p.263-276). Madrid: Plaza y Valdés Ediciones.

Carvajal, Laura María (2016). Extractivismo en América Latina impacto en la vida de las mujeres y propuestas de defensa del territorio. Colombia: FAU – AL Fondo Acción Urgente – América Latina.

Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2019). La inversión directa extranjera en América Latina y el Caribe. Santiago: CEPAL

Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2017). Las mujeres indígenas y sus derechos humanos en las Américas. CIDH

Fundación Rosa de Luxemburgo, Radialistas apasasionadas y apasionados y Censat Agua Viva (2013). Alternativas al desarrollo. La destrucción del planeta no es un destino. Quito: Fundación Rosa de Luxemburgo, Radialistas apasasionadas y apasionados y Censat Agua Viva.

Naciones Unidas Asamblea General (2015). Informe de la Relatora Especial del Consejo de Derechos Humanos sobre los derechos de los pueblos indígenas relativo a las repercusiones de las inversiones internacionales y el libre comercio sobre los derechos humanos de los pueblos indígenas (2015). Nueva York: Naciones Unidas.

Lugones, María (2011) Hacia un feminismo descolonial. Revista La Manzana de la Discordia, pp. 105-117

Silva Santiesteban, Rocío (2017). Mujeres y conflictos ecoterritoriales. Impactos, estrategias, resistencias. Disponible en (abril de 2018) http://www. entrepueblos. org/files/Mujeresyconflictos_Convenio_-2017. pdf.


[1] “En Chile, la Ley Orgánica Constitucional sobre Concesiones Mineras -creada durante la dictadura de Pinochet-, está encaminada a la privatización absoluta de los yacimientos pues estos pasan a ser propiedad de quien los explote hasta su agotamiento, dejando un margen de acción mínimo para el Estado” (Carvajal, 2016).

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Migraciones y Género: Reflexiones en torno a la globalización, la feminización de las migraciones internacionales y la colonialidad https://www.wikigender.org/es/wiki/migraciones-y-genero-reflexiones-en-torno-a-la-globalizacion-la-feminizacion-de-las-migraciones-internacionales-y-la-colonialidad/ https://www.wikigender.org/es/wiki/migraciones-y-genero-reflexiones-en-torno-a-la-globalizacion-la-feminizacion-de-las-migraciones-internacionales-y-la-colonialidad/#respond Thu, 15 Oct 2020 11:01:43 +0000 https://www.wikigender.org/?post_type=userpress_wiki&p=25673 Nabila Chedid

Escuela de Gobierno. Universidad Complutense de Madrid

 

Los datos actuales sobre migraciones internacionales reflejan una creciente proporción porcentual de mujeres migrantes, constituyendo casi la mitad de la población migrante internacional (48%); este fenómeno se conoce como feminización de la migraciones, y es uno de los efectos de las políticas económicas de la globalización[1].

El término de globalización alude a un proceso político, económico, social y cultural que favorece la interconexión y la interdependencia del mundo a través de flujos de capital global. Este modelo económico mundial da lugar a nuevas posibilidades de crecimiento, pero ha impactado especialmente en las mujeres porque acentúa las desigualdades preexistentes en cuanto al acceso a los recursos productivos. Las mujeres se ven perjudicadas en este sentido por su posición subalterna en el mercado de trabajo y por sus responsabilidades reproductivas, que vienen determinadas por la división sexual del trabajo.

Según se expone en el Informe de la Asamblea General de Naciones Unidas de 2019,[2] aunque las razones por las que mujeres y hombres migran son similares, la experiencia migratoria genera en las mujeres consecuencias diferenciadas marcadas por desigualdades de género. En este sentido, es importante, conocer cómo influyen las relaciones de género, tanto en origen como en destino, en las experiencias de las mujeres migrantes. Cada vez hay más mujeres que son el primer miembro de la familia que inicia el proceso migratorio; muchas de ellas, encuentran dificultades para abandonar sus países debido a la existencia de leyes discriminatorias y prohibitivas por razón de género, o por la existencia de normas sociales restrictivas.  En muchos casos, será por estas razones por las que se recurre a canales migratorios irregulares, lo que les expone a vivir situaciones de alta vulnerabilidad.

Pero, ¿por qué afecta la globalización de forma especial a las mujeres migrantes? El modelo capitalista globalizador todavía impone la supremacía de la vida pública para los hombres y la privada para las mujeres (Valle Rodríguez, 2006); esta asignación de espacios perpetúa la división sexual del trabajo y los roles de género tradicionales, dando lugar a sectores laborales feminizados, como son el trabajo doméstico o el sector de los cuidados. Durante las últimas décadas la incorporación gradual de las mujeres de países del norte global a trabajos remunerados, el envejecimiento de la población y la privatización de los servicios sociales básicos, ha provocado una trasferencia de cargas. Esto ha derivado en una creciente demanda de mujeres inmigradas, que se encargan en los hogares de las tareas domésticas y de cuidados, generando un efecto en cadena que se conoce como Cadena Global de Cuidados. Este fenómeno refuerza el papel preexistente asignado a las mujeres tanto en sus sociedades de origen como en las de acogida: son cuidadoras en origen, por ser consideradas las principales proveedoras en el hogar y son cuidadoras en destino.

De este modo, las trabajadoras inmigradas se ven atrapadas en dos de los nichos de empleo peor remunerados y peor valorados socialmente por ser ámbitos laborales de naturaleza informal y poco regulados. Como consecuencia de ello, se dan situaciones de precariedad vital, sobre todo en el acceso y disfrute de las prestaciones sociales que toda persona trabajadora tiene, por derecho propio, de acuerdo a las normas internacionales.

En este sentido, las respuestas sociales al trabajo doméstico y de cuidados ofrecidas desde los programas estatales son escasas, siendo la lógica del mercado la que articula la migración de millones de mujeres. Este hecho responde precisamente a la dimensión económica de la globalización antes mencionada, que se caracteriza por la liberalización del comercio y por el crecimiento del sector privado, apoyando un modelo económico poco regulado que prioriza la eficiencia económica frente a la protección social y el bienestar.

Si observamos cómo los hogares privados están insertos en las dinámicas de interdependencia global, se hace más evidente que éstos son la cara local que adopta en Europa occidental la división generizada y racializada del sistema-mundo moderno/colonial. Desde este punto de vista, la herencia del orden colonial —reactivada mediante la segregación racial y de género del mercado de trabajo y de las políticas migratorias deshumanizadoras— se deja sentir a nivel individual y moviliza nuestros encuentros cotidianos, remitiéndonos a lo que Aníbal Quijano analiza como la ‘colonialidad del trabajo’ (Encarnación Gutiérrez, s.f.).

Así, la construcción del imaginario de mujer inmigrante en los países de acogida, se construye desde una lógica de racialización y generización que dificulta su posibilidad de representación y reconocimiento en la sociedad. Estas realidades son contrarias a los derechos humanos y promueven mecanismos de desigualdad y situaciones de vulnerabilidad en las mujeres migrantes – irregularidad, precariedad, riesgo social y personal, entre otras –.

De todo esto se deduce que la organización actual de los modos de producción capitalistas presenta desigualdades de género, favoreciendo nichos de empleo generizados que se articulan desde la colonialidad del trabajo. Resulta esencial comprender desde una perspectiva feminista decolonial las diversas realidades a las que se enfrentan las mujeres migrantes, reconociendo sus singularidades basadas en la cultura, la clase, la raza y la ubicación geográfica. El discurso político y social en torno a la inmigración construido de forma homogeneizada, responde a una lógica mercantil y colonial más que a la salvaguarda de los derechos humanos a lo largo del proceso migratorio (origen, tránsito y destino). En este sentido, es reseñable señalar de nuevo la cuestión del trabajo doméstico y de cuidados, ya que “el valor del trabajo doméstico es inseparable de las genealogías históricas y es una expresión de las desigualdades globales impresas en los cuerpos de las mujeres.” (Gutiérrez Rodríguez s.f.).


BIBLIOGRAFÍA

Naciones Unidas, Asamblea General (2019). Los efectos de la migración en las mujeres y las niñas migrantes: una perspectiva de género, A/HCR/41/38 (15 de abril de 2019). Recuperado de: https://undocs.org/es/A/HRC/41/38

Congreso Internacional sobre los Derechos Humanos de las Mujeres Migrantes. Ciudad de México, México. (2006). Acciones para su protección. (24 y 25 de abril de 2006). Recuperado de: http://www.pa.gob.mx/publica/rev_34/FOROS.pdf

Gutiérrez Rodríguez, Encarnación. (s.f).  Valor afectivo, colonialidad, feminización y migración. Recuperado de https://transversal.at/transversal/0112/gutierrez-rodriguez/es#_ftn9

Valle Rodríguez, Gloria M. (2006). Feminización de la pobreza y la migración en el contexto de la globalización. Revista electrónica zacatecana sobre Población y Sociedad, 28, 1-17.


[1] Congreso Internacional sobre los Derechos Humanos de las Mujeres Migrantes: acciones para su protección. Celebrado en Ciudad de México en 2006, con el objetivo de difundir los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos de las mujeres migrantes.

[2]Informe redactado por el Relator Especial sobre los derechos humanos de las personas migrantes: Los efectos de la migración en las mujeres y niñas migrantes: una perspectiva de género.

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Comprender las bases de la Economía Feminista https://www.wikigender.org/es/wiki/comprender-las-bases-de-la-economia-feminista/ https://www.wikigender.org/es/wiki/comprender-las-bases-de-la-economia-feminista/#respond Mon, 17 Aug 2020 14:54:43 +0000 https://www.wikigender.org/?post_type=userpress_wiki&p=25443 Jenifer Rodríguez

Universidad Complutense de Madrid (CSEG)

 

La economía feminista pone en el centro de sus prioridades la vida de las personas, el trabajo de los cuidados que es realizado por mujeres de todo el mundo, y en general, la sostenibilidad, porque sostenibles son los cuidados si hay un modelo que lo hace posible, y sin ellos, el mundo se para. Somos las mujeres las que cuidamos el mundo y existe una rama de la economía que lo valora y lo pone el centro.

  1. La economía feminista: la sostenibilidad de la vida

Son varias las categorías que caracterizan a nuestro sistema económico actual ya que no sólo es capitalista, sino también heteropatriarcal, colonialista y antropocéntrico. Donna Haraway lo denominaría «esa cosa escandalosa» (Haraway 1991; citado por Perez Orozco, 2014) y contra esa cosa es que la economía feminista encuentra la fuerza para hacer crítica. (Conferencia ICEI).

En ese sentido la economía feminista se posiciona como la alternativa a la economía ortodoxa, con gran sesgo androcéntrico y que atribuye al hombre económico [1] características universales, poniendo en el centro la desigualdad de género para explicar el funcionamiento de la lógica económica. Rodríguez (2015)

Sánchez (2015) afirma que «el análisis que realiza la economía feminista ha sido fundamental no sólo para comprender las experiencias económicas de las mujeres, sino también la economía en su conjunto». (p. 59).

Para la economía feminista son varios los conceptos que transcienden los límites. Entendiendo que el mercado va más allá de su propio concepto, que el trabajo no es sólo el trabajo remunerado, que la economía es un proceso que satisface necesidades y donde la presencia de la mujer juega un valor fundamental.

Es importante incorporar la variable de género para entender el funcionamiento de la economía y la diferente posición de mujeres y hombres como agentes económicos y beneficiarios de las políticas públicas.

A diferencia de la economía normativa la economía feminista pone en el centro la sostenibilidad de la vida, tanto humana como no humana [2]. En palabras de Carrasco (2013) esta disciplina tiene en cuenta lo que está por debajo que sostiene el mercado: el cuidado y la naturaleza.

Lo importante no es la producción de capital sino la reproducción de la vida desde una propuesta política y social, convirtiendo a la economía más que en un elemento académico y científico en una herramienta social y política transformadora del sistema económico. En palabras de Pérez Orozco (2016) «Una vida que merezca la pena ser vivida». (p. 160).

Pero ¿cómo es una vida que merezca la pena ser vivida? Para la economía normativa la percepción del mantenimiento de los procesos de vida sólo es entendida desde el punto de vista mercantil y desde la concepción de las relaciones jerárquicas dentro en el mercado. Beneficio contra bienestar de las personas, dos objetivos incompatibles. Lo ideal sería poner uno al servicio del otro, aunque en la actualidad el poder ha decidido apostar por el capital, quedando las personas al servicio del capitalismo y del patriarcado.

Regresando a la base de la economía feminista la sostenibilidad de la vida que plantea se puede entender desde tres principios:

  • Sostenibilidad ecológica y social

Va más allá de la reproducción social desde el punto de vista de superar las relaciones de poder propias de la reproducción social-patriarcal que ponen en peligro la propia vida de las personas.

El enfoque de la sostenibilidad de la vida habla actualmente de la existencia de una contradicción entre el capital y la vida. «Las feministas entienden que existe una contradicción entre la obtención de beneficios capitalistas y el mantenimiento de las condiciones de vida» (Picchio 1992; Bosch et al. 2005 citado por Sánchez, 2015, p. 69).

  • Centrar la vida en lugar de los mercados

El androcentrismo económico legitima qué debe considerarse económico y qué debe considerarse trabajo, excluyendo a todo lo que califica como no económico, generando además una jerarquización de las actividades, dando más valor a las que se consideran dentro del mercado.

Entonces la economía feminista propone una revisión y ampliación de conceptos para incluir todas las actividades que forman parte de la sostenibilidad de la vida. Aquí se enmarca el trabajo del hogar y cuidados como actividad dirigida a conservar y mantener a las personas.

  • Las personas son vulnerables y dependientes

Se considera que toda persona es un cuerpo vulnerable que pierde energías, enferma y muere, un cuerpo cargado de pasiones, afectos y creatividad, un cuerpo, al fin y al cabo, con necesidades fisiológicas y afectivas. La perspectiva plantea que toda persona, y en cada momento de nuestra vida, necesita al resto para sobrevivir. Es decir, somos todas interdependientes (Carrasco 2006; Fineman 2006; Pérez Orozco 2006b citado por Sánchez, 2015). Por tanto, si somos vulnerables las personas no pueden ser consideradas como mercancías, tal como muestra la economía hegemónica.

Dicho esto, la economía, así como el sexo y el género, también es una construcción social y, por tanto, puede ser deconstruida y reconstruida a través de una lógica propositiva que integre el cuidado dentro de la economía (Burns, 2007).

  1. Economía que cuida

Para Rodríguez (2015) desde la perspectiva económica feminista el trabajo de los cuidados cumple una función esencial en la economía capitalista: La reproducción de la fuerza de trabajo. Gracias a esta labor cada día las trabajadoras y trabajadores alcanzan las condiciones adecuadas para poder desempeñarse dentro del mercado laboral. De tal forma que pareciera que la fuerza de trabajo asume un papel de trabajador champiñón[3] que brota de la nada y se presenta en su espacio laboral en óptimas condiciones para presentarse ante el mercado.

Sin embargo, en la economía convencional este análisis está invisibilizado, aunque para la crítica feminista el sistema es incapaz de sostenerse sino es en base a estos trabajos invisibles de cuidado no remunerados.

El capitalismo se ha alimentado del patriarcado. Desde la economía convencional se tienen en cuenta los hogares como un agente económico destinado al consumo de bienes y a la provisión de fuerza de trabajo, donde además se ejecuta una división sexual del trabajo[4] en el que los cuidados domésticos recaen específicamente sobre las mujeres. Sin embargo, no se tiene en cuenta lo que sucede al interior de los hogares, el trabajo no remunerado no está a la venta en el mercado, aunque se encarga de reproducir a los miembros que en él habitan.

Según la autora «podría decirse que el trabajo de cuidado no remunerado que se realiza dentro de los hogares (y que realizan mayoritariamente las mujeres) constituye un subsidio a la tasa de ganancia y a la acumulación del capital», por tanto, al empoderamiento económico. (p. 40).

El trabajo realizado desde y dentro de los hogares proporciona bases de desarrollo a nivel emocional, de cuidado y socialización, que no pueden ser adquiridos en el mercado. Al mismo tiempo lo que se produce dentro del ámbito doméstico incrementa la renta nacional, un aspecto no considerado en el Producto Interior Bruto de los países.

Por tanto, las mujeres contribuyen de una forma primordial al valor económico para el desarrollo de los países. En esta línea, Carrasco (2013) afirma que «El sistema capitalista no podría subsistir sin el trabajo doméstico y de cuidados, depende de él para el mantenimiento de la población y la reproducción de la necesaria fuerza de trabajo» (p. 44).

Referencias:

Burns, A.T. (2007). Politizando la pobreza: Hacia una economía solidaria del cuidado (1ª ed.). El Salvador: Progressio e IMU (Instituto de Investigación, Capacitación y Desarrollo de la Mujer)

Carrasco, C. (2013). El cuidado como eje vertebrador de una nueva economía. Cuadernos de Relaciones Laborales, 31(1), 39-56.

Círculo de Mujeres (Prod.), Camacho, M. (Dir.) (2013). Cuidado resbala [DVD]. España: Círculo de Mujeres. Recuperado de http://cuidadoresbala.com/el-documental/

Pérez Orozco, A. (2010). Cadenas globales de cuidados. ¿Qué derechos para un régimen global de cuidados justo? Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer (UN-INSTRAW).

Pérez Orozco, A. (2012). Cadenas globales de cuidados, preguntas para una crisis. Revista Diálogos, 13-15.

Pérez Orozco, A. (2014). Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. (1ª Ed). Madrid: Traficantes de sueños.

Pérez Orozco, A. y Artiaga, A. (2016). Tres años de aprendizaje colectivo y global sobre los cuidados. ¿Por qué nos preocupamos por los cuidados? Colección de ensayos en español sobre la economía de los cuidados. Women UN Training Centre.

Rodríguez, C. (2015). Economía feminista y de Cuidado. Revista Nueva Sociedad, 256.

Sánchez-Cid, M. (2015). De la reproducción económica a la sostenibilidad de la vida. Revista de Economía Crítica, 19, 58-76.

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[1] Según el texto de Corina Rodríguez y en palabras de Amaia P. Orozco entiéndase Homos Económicus como sujeto representativo de la humanidad con características universales: hombre, blanco, adulto, heterosexual, sano, de clase media.

[2] Vinculación con la economía ecológica y solidaria.

[3] Según Pérez Orozco la metáfora del champiñón responde a la idea de que la gente brota en el mercado dispuesta a trabajar y/o consumir por generación espontánea. (p. 154).

[4] Rodríguez (2015) afirma que «El proceso de distribución de trabajo en el interior de los hogares es parte de la mencionada división sexual del trabajo, la cual está determinada tanto por pautas culturales como por racionalidades económicas».

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Los efectos de los desastres relacionados con el cambio climático desde una perspectiva interseccional https://www.wikigender.org/es/wiki/los-efectos-de-los-desastres-relacionados-con-el-cambio-climatico-desde-una-perspectiva-interseccional/ https://www.wikigender.org/es/wiki/los-efectos-de-los-desastres-relacionados-con-el-cambio-climatico-desde-una-perspectiva-interseccional/#respond Mon, 10 Aug 2020 15:27:06 +0000 https://www.wikigender.org/?post_type=userpress_wiki&p=25441 Universidad Complutense de Madrid (CSEG)

Rebecca Hvizdalek Dixon

 

A medida que la ciencia climática ha avanzado, ha creado un vínculo convincente entre la actividad humana y la crisis climática actual. De acuerdo con la Comisión Europea (2017), “los seres humanos están influyendo cada vez más en el clima y la temperatura de la Tierra mediante la quema de combustibles fósiles, la tala de bosques tropicales y la ganadería. Esto añade una enorme cantidad de gases de efecto invernadero a los que se producen de forma natural en la atmósfera, aumentando el efecto invernadero y el calentamiento global “. Como resultado, la ciencia climática está revelando que el cambio climático está haciendo que los fenómenos meteorológicos extremos sean más intensos y más duraderos (Gabbatiss, 2017).

Este artículo busca mostrar que los desastres en sí no discriminan entre poblaciones, pero los impactos negativos que sufren las poblaciones varía en grado dependiendo de quién eres y dónde vives.  En otras palabras, los desastres relacionados con el clima agravan las desigualdades sociales existentes en cada sociedad y/o comunidad. Las mujeres, las niñas y los niños, las personas con discapacidades, las personas mayores, la comunidad LGBTQI  y aquellos/as que viven en áreas rurales o asentamientos precarios son grupos considerados en mayor situación de vulnerabilidad a los impactos negativos de los desastres debido a su estatus socioeconómico desigual y las estructuras de poder en las que viven. Este documento utilizará la Perspectiva Interseccional de Género con el fin de entender las complejas dimensiones de los efectos del cambio climático y visibilizar cómo las estructuras de poder emergen e interactúan con él. Esta perspectiva somete los efectos del cambio climático a un análisis social matizado con el cuál se puede apreciar que las personas y poblaciones en mayor situación de vulnerabilidad están más fuertemente impactados durante y después de los desastres relacionados con el clima.

Con el fin de entender las complejas dimensiones de los efectos del cambio climático y visibilizar cómo las estructuras de poder emergen e interactúan con él, este documento utilizará la Perspectiva Interseccional de Género, que somete los efectos del cambio climático a un análisis social matizado.

Impactos Diferenciados

Desde una perspectiva interseccional es posible observar que mientras que el riesgo de ser afectado por desastres relacionados con el clima está estrechamente relacionado con la geografía, la situación de vulnerabilidad y la capacidad de un individuo o grupo para prepararse y recuperarse de estos desastres está asociada con el género, el estatus socioeconómico, la etnia, la nacionalidad, la salud, la orientación sexual y la edad (Kaijser y Kronsell, 2014, p 420).

Visto de esta manera, un terremoto masivo o una erupción volcánica pueden entenderse no como un único evento destructivo, sino como un proceso social que se desarrolla dentro de un contexto ambiental y social particular (Enarson, 2000, p.2). Los patrones globales de desarrollo están poniendo en mayor riesgo a un número cada vez mayor de personas, colocando a “algunas personas más que otras en condiciones de vida riesgosas, en laderas empinadas, en casas rodantes en llanuras de inundación, en chabolas en barrios marginales y socavando su capacidad de mitigar, sobrevivir, o recuperarse completamente de los efectos de la catástrofe” (Enarson, 2000, p.2). Dependiendo de estas dimensiones sociales y contextuales, las personas están expuestas a diversos grados de vulnerabilidad y riesgo.

Diferenciación basada en género en desastres relacionados con el clima

Las mujeres están en mayor situación de vulnerabilidad ante los desastres debido a su mayor situación de vulnerabilidad en todo el espectro social, económico, físico y ambiental. Esta situación de vulnerabilidad se agrava aún más cuando se cruza con otras desigualdades que crean “condiciones peligrosas que ponen a diferentes grupos de mujeres en situación de riesgo diferente” (UNISDR, PNUD y UICN, 2009, p.42). Las normas culturales, los estereotipos, la desigualdad y la discriminación pueden impedir o limitar la capacidad de las mujeres y otros grupos para prepararse y recuperarse de los efectos de los desastres relacionados con el clima. Las siguientes secciones analizarán brevemente cómo las desigualdades en las cargas de trabajo, los roles sociales, la educación, el acceso a la información, la salud y los recursos económicos se exasperan durante los desastres.

Cargas de Trabajo

La triple carga de las mujeres en el trabajo productivo, reproductivo y comunitario significa que tienen menos tiempo para participar en actividades de preparación para desastres y, por lo tanto, están menos preparadas para enfrentar el inicio de un desastre. Estas responsabilidades aumentan durante y después de un desastre, justo cuando las redes de soporte tradicionales pueden haberse dañado, lo que lleva a una mayor carga de trabajo y dificulta aún más su capacidad de mitigar los efectos de la catástrofe. Las mujeres, las personas mayores, las personas LGBTQI y las personas con discapacidad también carecen de participación y representación en los órganos de toma de decisiones, lo que significa que sus necesidades, vulnerabilidades y capacidades no se tienen plenamente en cuenta cuando se preparan para responder a los desastres, aumentando así su situación de vulnerabilidad.

Roles sociales

Las normas culturales y los estereotipos también conducen a la discriminación contra la comunidad LGBTQI. Según directrices prácticas de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (2010), Enfoques Sensibles al Género para la Gestión de Desastres, las muertes y pérdidas de las comunidades transgénero a menudo no se registran en las estadísticas oficiales de desastres, la estigmatización afecta su acceso a canales normales de información y advertencias, y pueden ser descuidados/as o ignorados/as en la preparación y alivio de desastres. Además, los hogares encabezados por personas transgénero pueden ser excluidos de los refugios y de la ayuda de emergencia. Por otro lado, las mujeres y los hombres de edad avanzada, en algunos casos, quedan excluidos de la asistencia cuando está mediado a través de las organizaciones de autoridades locales tradicionales de la comunidad debido a suposiciones de que requieren menos alimentos para sobrevivir (p.9).

Educación

La discriminación en el ámbito de la educación y el acceso a la información también afecta la forma en que las mujeres y las niñas, las personas con discapacidad y la comunidad LGBTQI se ven afectadas y se recuperan de los desastres. Los obstáculos que enfrentan estos grupos para su educación conducen a “una menor capacidad para recibir información y comprender los mensajes de advertencia” (UNISDR, PNUD y UICN, 2009, p.43). La capacidad de comprender la información en caso de un desastre inminente puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Según un documento de la UNISDR, el PNUD y la UICN (2009): las mujeres y las niñas tienen niveles más altos de analfabetismo que los hombres y los niños; más niñas no van a la escuela que niños; más niñas abandonan la escuela que niños (p.43).

Acceso e  información

Además de la capacidad de leer y comprender los mensajes de alerta temprana una vez que han sido recibidos, las mujeres y otros grupos tienen acceso diferencial a espacios donde se comparte información y a las estructuras para la diseminación del conocimiento. De hecho, “a menudo se supone que las mujeres simplemente absorberán información de los hombres de la comunidad” (UNISDR, PNUD y UICN, página 44). La separación binaria de las esferas públicas (masculina) – privadas (femenina) en muchas sociedades implica que las mujeres y otros grupos no tienen acceso a la información compartida en ellas. Además, las preferencias de las mujeres por los métodos de intercambio de información pueden pasarse por alto en favor de métodos basados en la tecnología de la información (radio, teléfonos móviles, televisión). Esto, a su vez, también afecta a personas de bajo nivel económico, ya que es menos probable que tengan el poder adquisitivo de estos productos.

Salud

Los desastres están demostrando exasperar las desigualdades existentes en la salud también. Según el documento de UNISDR, PNUD y UICN (2009):

  • Las mujeres son más propensas a las deficiencias nutricionales debido a necesidades nutricionales únicas (especialmente durante el embarazo o la lactancia).
  • Las mujeres están predispuestas a ciertas infecciones y enfermedades, y están más expuestas a las enfermedades transmisibles.
  • Las mujeres sufren una peor salud reproductiva después de los desastres.
  • La violencia de género aumenta después de un desastre (p.44).

Las relaciones sociales juegan un papel importante en los temas anteriores. Por ejemplo, las mujeres, las personas mayores y las personas con discapacidades están, en algunas culturas, más bajas en la jerarquía de alimentos del hogar y sufren deficiencias nutricionales debido a esto. Del mismo modo, los tabúes que rodean la menstruación y las normas sobre el comportamiento apropiado para las mujeres y las niñas pueden contribuir a los problemas de salud de las niñas durante los desastres. Además, con respecto a la salud reproductiva y sexual, después de los desastres hay un aumento en los partos prematuros y la mortalidad materna debido a la atención prenatal inadecuada y el parto inseguro, y las prácticas de seguimiento posparto.

Por último, la investigación indica que los desastres tienden a exasperar los patrones existentes de violencia de género en una sociedad, y que a veces surgen nuevas formas después. Según un estudio mundial sobre violencia de género en desastres realizado por la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (2015), “muchos de los factores asociados con los desastres- la separación de familias, el colapso de las relaciones sociales, la ruptura de las normas, la destrucción de la infraestructura, la reubicación de las personas y el cambio de las relaciones dentro de la familia parecen aumentar la violencia “(Invisible, inaudito: Violencia basada en género en desastres: estudio mundial, p. 18). Además de las repercusiones obvias en la salud de las mujeres, la violencia de género también resulta en traumas, aumentos en embarazos no deseados / no planificados y abortos inseguros, y la propagación de enfermedades de transmisión sexual. Incluso el temor a la violencia puede dar lugar a la renuencia a evacuar a refugios temporales y, por lo tanto, aumenta el riesgo de daño.

Recursos económicos

El acceso y el control de los recursos económicos son cruciales para la capacidad de una familia para responder y recuperarse de los desastres. Según Elaine Enarson (2000), “los recursos económicos clave en los desastres son ingresos seguros, acceso a ahorros o créditos, empleo con protección social, habilidades laborales comercializables, educación y capacitación, y control sobre los recursos productivos” (p.9). El diferente acceso y control sobre estos recursos determinará cuánto tiempo puede sobrevivir una familia si se interrumpe el ingreso, su capacidad para reubicarse o reconstruir sus medios de subsistencia y sus hogares si han sido destruidos, etc.

De hecho, la pobreza es un factor clave en la determinación de la situación de vulnerabilidad de todas las personas durante las catástrofes, pero la situación de vulnerabilidad agravada por el género. Según un estudio en el American Journal of Human Ecology, “en comparación con los hombres, las mujeres son más pobres, tienen menos acceso al desarrollo de habilidades empresariales, menos capacidad de acceder a recursos financieros como crédito, ahorros o pensiones, menos capacidad de comprar y poseer tierras, se les paga menos en todos los casos, y sus ingresos son menos seguros”(Rahman, 2013, p.7). Algunos de estos problemas están relacionados con el hecho de que las mujeres tienen una alta presencia en la fuerza de trabajo informal, que a menudo se ve más afectada por los desastres y tiene menos capacidad para recuperarse. La suma de estas realidades significa que las mujeres son menos capaces de recuperarse de los desastres.

Los desastres relacionados con el clima son cada vez más una preocupación mundial y nacional que se cruza con los crecientes problemas del desarrollo social y económico, la protección y gestión del medio ambiente y la seguridad humana. La complejidad que rodea los efectos de estos desastres en las diversas poblaciones del mundo requiere un análisis matizado de ellos. Este artículo argumenta que la perspectiva feminista interseccional es un método de análisis eficaz, ya que permite tener en cuenta dimensiones como el género, el estatus económico y social, la edad, la orientación sexual, las discapacidades, etc., en el análisis. Esta no es solo una herramienta útil para comprender cómo diferentes comunidades se ven afectadas de manera diferente por los mismos desastres; también sirve para evitar el agravamiento de las desigualdades sociales existentes y para atender las necesidades de diversas poblaciones en la preparación, respuesta y recuperación de este tipo de desastres.

Bibliografía

Comisión Europea (2017, 16 de febrero). Consecuencias del cambio climático – Acción Climática. Obtenido el 23 de septiembre de 2018, desde https://ec.europa.eu/clima/change/consequences_en.

Enarson, E. (2000). Género y Desastres Naturales (Documento de trabajo No. 92-2-112260-3). Obtenido el 27 de octubre de 2016 del sitio web de la Organización Internacional del Trabajo: http://natlex.ilo.ch/wcmsp5/groups/public/@ed_emp/@emp_ent/@ifp_crisis/documents/publication/wcms_116391.pdf

Gabbatiss, J. (2017, 11 de diciembre). Los desastres naturales están cada vez más relacionados con el cambio climático, advierte un nuevo informe. Obtenido el 23 de septiembre de 2018, desde https://www.independent.co.uk/environment/climate-change-natural-disasters-link-increase-global-warming-report-warning-a8103556.html).

Invisible, inaudito: Violencia basada en género en desastres: estudio mundial [PDF]. (2015). Ginebra: Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

Kaijser, A., y Kronsell, E. (2014). Cambio climático a través del lente de Interseccionalidad, Política Ambiental, 23: 3, 417-433, DOI: 10.1080 / 09644016.2013.835203. Recuperado el 13 de noviembre de 2016 de http://dx.doi.org/10.1080/09644016.2013.835203

Rahman, M. S. (2013). Cambio climático, desastres y vulnerabilidad de género: un estudio sobre dos divisiones de Bangladesh. American Journal of Human Ecology, 2 (2), 72-82. doi: 10.11634 / 216796221302315

Una guía práctica sobre los Enfoques sensibles al género para la gestión de desastres [PDF]. (2010). Ginebra: Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

UNISDR, PNUD y UICN. (2009). Hacer que la reducción del riesgo de desastres sea sensible al género: políticas y directrices prácticas. Recuperado el 10 de julio de 2016, de http://www.unidr.org/files/9922_MakingDisasterRiskReductionGenderSe.pdf

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Trabajo de Cuidados y Éxodo Rural en La Mancha (España) https://www.wikigender.org/es/wiki/trabajo-de-cuidados-y-exodo-rural-en-la-mancha-espana/ https://www.wikigender.org/es/wiki/trabajo-de-cuidados-y-exodo-rural-en-la-mancha-espana/#respond Fri, 24 Jul 2020 13:18:41 +0000 https://www.wikigender.org/?post_type=userpress_wiki&p=25374 Universidad Complutense de Madrid (CSEG)

Jenifer Rodríguez

 

Las dicotomías entre lo rural y lo urbano siempre han estado presentes en España. Hay dos Españas, la urbana y la rural, no terminan de conocerse, sin embargo, no se podría entender una sin otra.

Como afirma el escritor Sergio del Molino (2016) en su último libro La España vacía «El desequilibro entre la España urbana y la rural ha marcado nuestra forma de entender el país». (p.20). A esta confrontación sumamos nuestro análisis, esto es, el sesgo de género que se produce también en el entorno rural español que recae en la actividad del cuidado.

Desigualdades de género en el campo español

La incorporación de la perspectiva de género en el campo español es muy reciente. En los años 60 y 70 se produce una acelerada industrialización del país debido al Plan de Estabilización de la dictadura franquista, con el consecuente éxodo rural.

El campo empieza a mecanizarse, dotando de mano de obra a las ciudades en expansión. Bajo esta lógica, el objetivo es que la agricultura deja de considerarse un negocio familiar para dirigirse al mercado, desaparece así, la capacidad de autoconsumo para generarse la producción de bienes, representada por el cabeza de familia y las tareas de reproducción que serán ejercidas por las esposas de los agricultores (Sampedro, 1996).

Desde esta idea comienza el sesgo que arrastra a las mujeres rurales, quienes desarrollan tareas mercantiles que, sin embargo, se conciben como relaciones familiares y de cuidado no remuneradas. Las contradicciones sobre la identidad y el salario laboral de estas mujeres resultan cruciales. Las mujeres rurales se sucederán en calidad de esposas o hijas de los empresarios agrícolas, pero sin percibir salario, prestaciones o algún tipo de identificativo laboral, quedando reducidas a la sombra.

Por otra parte, el hecho de que estas mujeres se encargasen de las tareas agrícolas no evidenciaba que no tuvieran que realizar el trabajo doméstico. Las políticas de la dictadura franquista pretendían convertir amas de casa a imagen y semejanza de las áreas urbanas. Por tanto, las mujeres rurales realizaban (y siguen realizando) un doble trabajo de cuidados, cuidando de los campos, de sus familias y hogares (Sampedro, 1996).

En muchas zonas agrícolas este proceso sacó a muchas mujeres del campo quienes abandonaron sus hogares para cuidar a la élite de las zonas urbanas. Fue el caso de mujeres manchegas, andaluzas o extremeñas que se acogieron al cosmopolitismo de algunas ciudades como Barcelona, pero desde el trabajo de cuidados, a veces remunerado y otras no.

Cabe decir que esa industrialización de la agricultura ha producido a largo plazo una masculinización del campo, quedando las producciones agrícolas a cargo de los hombres. El autor Camarero (2008) afirma que «se produce a través del concepto de ruptura generacional, puesto que las jóvenes rurales buscan abandonar la sumisión patriarcal de las familias agrarias» (p. 5). En segundo lugar, este abandono ha producido lo que Camarero (2008) denomina como «la huida ilustrada, estrategia de cualificación formativa que permite dejar atrás el mundo rural/agrario, haciendo posible el ascenso social mediante el ejercicio de una ocupación o profesión cualificada» (p. 5).

En el proceso de industrialización de la agricultura se produjo una división sexual del trabajo, por una parte, los hombres que aportaron su mano de obra en cuanto a la mercantilización de la agricultura y las mujeres que se quedaron en el campo desde la función de cuidado de sus hogares y familias, también las mujeres que se fueron desde la labor de ejercer un nuevo cuidado sobre la ciudad.

 Cadenas de cuidado rural-urbana: mujeres manchegas en los 60’s

Con el Plan de Estabilización de 1959 se pretende mejorar la situación de la economía española que se abnegaba en un estancamiento y retraso industrial. Esto produce una migración masiva de las zonas rurales totalmente empobrecidas hacia las capitales más industrializadas, ocasionando el distanciamiento total entre el campo y la ciudad.  Provincias tradicionalmente rurales se revierten en un proceso de desagrarización. Las áreas rurales se despueblan en favor de las urbanas. El medio rural debe alimentar a la industrialización no sólo en la producción de materia prima, sino en el expolio de obreros hacia las ciudades y también de muchas de las mujeres y su trabajo de cuidados.

En este sentido se produjeron dos situaciones. Por un lado, se ponía de manifiesto un sesgo de género. El hombre era el cabeza de familia y la mujer e hijos/as pasaban a ser ayuda familiar. Esto se tradujo en doble jornada para la mujer quedando a cargo de los cuidados del hogar y familia y también como cuidadora de la explotación, proceso que ya se ha mencionado en la introducción.

La segunda situación es la salida de mujeres rurales. Las cadenas de cuidados están presentes en este proceso, dejan a cargo de otras personas sus familias y hogares para poder servir y cuidar de la ciudad. Algunas lo hicieron como sirvientas encargándose de las tareas de las casas de la clase social alta de Barcelona, lo que muchas denominaban “los señoritos/as”. Otras trabajaban como amas de cría, cuidando a los hijos/as de las señoras pudientes, entre otros o algunas, simplemente, no recibían un valor monetario, sino casa, comida y educación, todo ello a cambio de, simplemente, cuidar. Muchas de ellas permanecieron varios años en la capital, con el paso de los años regresaron a su pueblo, asumiendo, una vez más el papel de cuidados de sus campos, familias y hogares manchegos.

Se aprecia, como el cuidado, se forja como un círculo intrínseco que atraviesa la vida de tantas mujeres, en todas las etapas de su vida, prácticamente desde su infancia hasta la ancianidad. A veces remunerado económicamente, aunque, mayoritariamente, sin ningún valor monetario o reconocimiento por parte de la sociedad, el sistema económico o el estado.

El éxodo rural, el trabajo de cuidados realizado por aquellas mujeres (remunerado o no) está relacionado directamente con su situación actual. Hoy, con más de 70 años, podrían rondar el umbral de la pobreza, una pobreza diseminada y pincelada desde la mirada patriarcal e invisible. Ellas siguen sin ser las dueñas de sus tierras, no reciben prestación, subsidio o reconocimiento alguno por todo el trabajo de cuidados realizado durante toda y cada una de las etapas de sus vidas. Ninguno de los trabajos de cuidado se ha contemplado hoy en día como fuente de cotización al sistema de seguridad social. Sus familias siguen dependiendo de ellas porque aún en la ancianidad, cuidan de la estructura familiar. Del otro lado, ellas siguen dependiendo de sus maridos y sus familias, debido al nulo reconocimiento económico.

La sociedad, el estado, nosotras y nosotros, estamos en deuda con ellas. Son nuestras madres y abuelas, pero también las de un país dividido entre lo rural y lo urbano.

Referencias:

Aguilar, M.J. (2010). La mujer rural en Castilla La Mancha. Aspectos demográficos, ocupacionales y de actividad laboral y familiar, desde la perspectiva de género. Grupo Interdisciplinar de Estudios Sobre Migraciones, Interculturalidad y Ciudadanía, GIEMIC. Universidad de Castilla La Mancha.

Benería, L. (1999). La aparición de la economía feminista. Revista Historia agraria, 17, 59-61.

Camarero, L. (2008). ¿Por qué se van las mujeres?: El continuum de movilidad como hipótesis explicativa de la masculinización rural. Revista Española de Investigaciones Sociológicas (REIS), 124, 73-105.

Camarero, L. (2008). Invisibles y móviles: Trayectorias de ocupación de las mujeres rurales en España. Revista de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo Rural, 7, 7-31.

Casado, F. García, C. (2009). Migraciones. Nuevas realidades en la provincia de Albacete. Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”, 1(188).

Del Molino, S. (2016). La España vacía. Viaje por un país que nunca fue. (1ª ed.) Madrid: Turner.

García, M.A. (1996). El campo y la ciudad. Sociedad rural y cambio social. (1ª ed). Madrid: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Centro de publicaciones.

Gómez, J.M (1993). Instituciones, perspectivas económicas y problemas sociales durante el Franquismo. Albacete, entre el silencio y el éxodo rural (1939-1962). Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”, 1(72).

Sampedro, R. (1996). Mujeres del campo: los conflictos de género como elemento de transformación social del mundo rural. En M.A. García (Coord), El campo y la ciudad. Sociedad rural y cambio social (p. 83-101). Madrid: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Centro de publicaciones.

Unión General de Trabajadores (UGT). (2017). Cerca de un millón y medio de mujeres subsisten con pensiones inferiores a 700 euros. Recuperado de http://www.tribunafeminista.org/2017/01/cerca-de-un-millon-y-medio-de-mujeres-subsisten-con-pensiones-inferiores-a-700-euros/

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El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado https://www.wikigender.org/es/wiki/el-trabajo-domestico-y-de-cuidados-no-remunerado/ https://www.wikigender.org/es/wiki/el-trabajo-domestico-y-de-cuidados-no-remunerado/#respond Thu, 26 Mar 2020 08:39:35 +0000 https://www.wikigender.org/?post_type=userpress_wiki&p=24401 Universidad Complutense de Madrid 

Rebecca Hvizdalek Dixon

¿Qué es el trabajo doméstico no remunerado?

El trabajo doméstico y de cuidados, conocido también como el trabajo reproductivo, se puede definir en términos generales como los trabajos invisibles llevados a cabo en la esfera privada del hogar y a nivel socio comunitario para el cuidado y la reproducción de la vida humana. Más concretamente, el Instituto Nacional de las Mujeres de Costa Rica define el trabajo doméstico no remunerado como las actividades que abarcan: “cuidados personales, quehaceres domésticos del hogar (cocinar, limpiar, hacer compras, mercado, lavar ropa, planchar, etc.), tareas de cuido (niños, niñas, personas enfermas, personas dependientes y quienes tienen algún tipo de discapacidad) y trabajo voluntario, como las que se realizan en las comunidades, fundaciones de ayudas sociales, organizaciones religiosas, políticas, patronatos escolares, entre otras” (“Valorarización del trabajo doméstico no remunerado- TDNR”, s.f.).

Aunque en ciertas ocasiones este trabajo es remunerado, como es el caso de las y los trabajadoras/res domésticas/os contratadas por empresas o particulares, la mayoría de las veces este tipo de trabajo no es remunerado y es realizado mayoritariamente por mujeres. Según un análisis del periódico español El País de la última Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística, las mujeres españolas destinan 26,5 horas a la semana a trabajos sin remuneración frente a los hombres que destinan 14 horas. Es más, los datos se mantienen aun cuando las mujeres trabajan a media jornada (29,6 horas por 13,9) y a jornada completa (25,2 horas por 13,9) (Gómez, 2018).

Aunque la aportación del trabajo reproductivo al bienestar de la familia, los hogares y la comunidad es cada vez más reconocida y analizada, su valor económico es a menudo invisibilizado y menospreciado, ya que de esta manera permite desplazar costes a la esfera doméstica. En México, por ejemplo, el valor del trabajo de los hogares en 2015 fue valorado por El Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (2014) en 4.6 billones de pesos, lo que supone un 23,2% del producto interno bruto (PIB). Según el periódico Mexicano La Vanguardia, la aportación del trabajo en los hogares realizado por los miembros de la familia, de la cual las mujeres aportan un 77.2 de cada 100 horas de labores en casa, “supera la aportación que hacen al PIB las industrias manufactureras, que contribuyen con 16.5 por ciento; y la minería, que genera 7.6 por ciento de la actividad económica del país, de acuerdo con datos del Inegi” (El valor del trabajo doméstico no remunerado equivale al 24% del PIB: Inegi, 2016).

En Euskadi, comunidad autónoma española, según el Instituto Vasco de Estadística (2013), el valor del trabajo doméstico no remunerado ascendió a 21.342 millones de euros en 2013, representado un 32, 4% del PIB. Estos se comparan con “las de Francia y España en 2010, donde el trabajo doméstico en relación al PIB fue del 36% y del 41%, respectivamente” (Azumendi, 2016). En todos los casos mencionados, las mujeres se ocupan desproporcionadamente de las tareas relacionadas con el trabajo reproductivo. Y mientras que las aportaciones a la economía son considerables, no son remuneradas. Es más, las políticas sociales siguen sin lograr la redistribución de estas tareas fuera del hogar. Sumado con la brecha salarial y la desigualdad de oportunidades en la vida laboral, se puede observar que son facetas de la desigualdad de género.

¿Por qué no se considera trabajo?

Lejos de ser natural, la división de trabajo entre hombres y mujeres y su distribución desigual es fruto de procesos históricos que han otorgado más valor al trabajo productivo que al trabajo reproductivo y de relaciones de poder entre mujeres y hombres, de las normas sociales y de los estereotipos de género.

A día de hoy, el concepto de trabajo está estrechamente ligado al empleo remunerado y excluye todas las demás formas de trabajo. De esta manera se puede entender que la actual forma de hacer economía pone la centralidad de los mercados y la lógica de acumulación de capital (trabajo productivo) por encima de la lógica del bienestar humano en todas sus dimensiones (trabajo reproductivo). El sistema socioeconómico ha excluido aquellos trabajos que sostienen el bienestar humano por el coste de reproducción de la fuerza de trabajo. Le es imprescindible mantener oculto las aportaciones que hace el trabajo reproductivo porque permite a empresas capitalistas y a los gobiernos desplazar costes y aumentar así sus beneficios. Como señala Cristina Carrasco (2010), “parece evidente que la producción mercantil capitalista no podría funcionar pagando salarios de subsistencia real” y desplazando los costes hacia la esfera doméstica les permite pagar “una fuerza de trabajo muy por debajo de sus costes” (p.213). El desplazamiento de estos costes hacia la esfera privada ha conllevado a que estas responsabilidades caigan en mano de las mujeres y que el trabajo reproductivo se asocie con lo femenino. Desde esta mirada, la denominada economía feminista, se puede observar que “el hecho mismo que los mercados capitalistas estén en el epicentro supone que no hay una responsabilidad colectiva en sostener la vida; esta responsabilidad se privatiza, feminiza e invisibiliza” (Pérez Orozco, 2014, p.139).

La privatización, invisibilización y feminización del trabajo reproductivo

La responsabilidad de sostener la vida sucede en la esfera privada/doméstica/ reproductiva (los hogares y las comunidades) que quedan fuera de los intercambios monetarios y, por lo tanto, el trabajo reproductivo no se concibe al igual que el trabajo remunerado. Cristina Carrasco (2010) argumenta que la asociación del concepto tradicional de trabajo con empleo remunerado, “no es algo obvio o natural, sino el resultado de un complejo proceso histórico de reconceptualización, que guarda relación con la división sexual del trabajo” y con el modo en que se ha definido el concepto de la economía (p.205). Esta asociación fue el resultado de la industrialización que separó definitivamente las esferas públicas y privadas. El trabajo reproductivo, al no ser objeto de intercambio mercantil, quedó marginado de la esfera pública y excluido de los procesos económicos. Además, al conceptualizar el trabajo remunerado con la actividad del mercado se produjo también una asociación con lo masculino (p.206).

Según Amaia Pérez Orozco (16 diciembre 2015), el trabajo reproductivo está feminizado a nivel simbólico y a nivel material. La economía feminista muestra que el trabajo reproductivo es naturalizado como algo esencialmente femenino ya que “las mujeres siguen llevando a cabo la mayoría del cuidado no remunerado en los hogares y las comunidades; asimismo, la mayoría de las y los trabajadores del cuidado remunerado son mujeres” (Esquivel, 2013, p.3). Los hogares, al igual que las demás instituciones, son heteropatriarcales y socializan diferenciadamente a las mujeres y a los hombres. Mientras que las mujeres se crían para ser cuidadoras y madres en las esferas privadas-domésticas, los hombres se crían para ser los ‘ganadores del pan’ y responsables del crecimiento económico en las esferas públicas. La naturalización del trabajo reproductivo como tarea de mujeres produce una división sexual del trabajo, sin la cual el sistema socioeconómico nunca hubiera funcionado ya que necesita todos los trabajos invisibilizados para sostenerse.

¿Por qué debería considerarse trabajo?

La economía feminista argumenta que los hogares son lugares de producción al igual que los mercados y que el trabajo reproductivo es, en términos reales, trabajo. Por un lado, los hogares contribuyen “un ingreso en especie que produce bienestar” (Esquivel, 2013, p.6). Por otro lado, el trabajo reproductivo abarca una serie de costos (tiempo, esfuerzo, recursos) a quiénes lo realizan y una serie de beneficios a la sociedad y al sistema socioeconómico. Estos beneficios se pueden categorizar en dos tipos: el sostenimiento del estándar de vida y el sostenimiento del tejido de las relaciones familiares y comunitarias (Esquivel, 2013, p.6). Al proporcionar a las personas (niñas y niños, adultos y adultas mayores, personas enfermas) los recursos necesarios para mantener su bienestar físico y emocional en el entorno de su vida cotidiana el trabajo reproductivo se convierte en un requisito para la producción del mercado capitalista. Le proporciona su fuerza de trabajo, bienestar social y le permite desplazar costes para aumentar sus beneficios.

Conclusión

El trabajo doméstico no remunerado, llevado a cabo alrededor del mundo mayoritariamente por mujeres, permanece siendo una de las esferas ocultas del actual sistema socioeconómico. Sin embargo, los datos disponibles demuestran que este trabajo puede llegar a presentar hasta un 36% del PIB anual de un país. Es necesario visibilizar y reconocer formalmente las aportaciones de este trabajo al bienestar humano, social, y económico. Las economistas feministas argumentan que es necesario encontrar maneras de colectivizar y redistribuir estos trabajos por la sociedad, mediante el desarrollo de políticas y financiación a actividades que “respalden la prestación o el acceso a los servicios de cuidado” (Esquivel 2013, p.13).

Referencias

Azumendi, E. (26 de febrero, 2016). ¿A cuánto equivale el trabajo doméstico en PIB? Recuperado de https://www.eldiario.es/norte/euskadi/equivale-trabajo-domestico-PIB_0_488551640.html

Carrasco, C. (2011). La economía del cuidado: planteamiento actual y desafíos pendientes. Revista de Economía Crítica, 11: 205-225. Disponible en www.ucm.es/info/ec/rec/Revista_Economia_Critica_11.pdf

Esquivel, V. (2013). El cuidado en los hogares y las comunidades. Documento conceptual. OXFAM Research Reports, Octubre 2013. Disponible en http://oxfamilibrary.openrepository.com/oxfam/bitstream/10546/302287/2/rrcare-background-071013-es.pdf

Gómez, M. (13 de febrero, 2018). La mujer dedica el doble de horas que el hombre al trabajo no pagado. Recuperado de https://elpais.com/economia/2018/02/12/actualidad/1518462534_348194.html

Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (2014). Trabajo no remunerado de los hogares. Recuperado de http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/cn/tnrh/default.aspx

Instituto Vasco de la Estadística (2013). El trabajo doméstico no remunerado de la C.A. de Euskadi equivaldría al 32,4% del PIB en 2013. Recuperado de http://www.eustat.eus/elementos/ele0013200/El_trabajo_domestico_no_remunerado_de_la_CA/not0013261_c.html

Valorarización del trabajo doméstico no remunerado- TDNR. (s.f.). Recuperado de http://www.inamu.go.cr/valorizacion-del-trabajo-domestico-no-remunerado

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Trabajo no remunerado https://www.wikigender.org/es/wiki/trabajo-no-remunerado/ https://www.wikigender.org/es/wiki/trabajo-no-remunerado/#respond Thu, 07 Mar 2019 17:31:20 +0000 https://www.wikigender.org/?post_type=userpress_wiki&p=15878  

Universidad Complutense de Madrid 

Isis Labrunie

 

La esfera oculta de la Economía

El trabajo no-remunerado es aquel que es realizado sin pago. La mayor parte de éste es llevado a cabo por mujeres mediante labores de cuidados, especialmente tareas domésticas y atención a la dependencia. Aunque este tipo de trabajo es fundamental para garantir la sustentabilidad de la vida humana, creando las condiciones necesarias para que prospere, el mismo es infravalorado.

El imaginario occidental relata la organización socioeconómica en base al flujo circular de la renta. Esta metáfora esquemática – fundamento de los modelos capitalistas – marca una clara separación entre los hogares, vistos como agentes de consumo y ofertantes de mano de obra; y las empresas, productoras de bienes y servicios mediante la transformación de recursos vía trabajo. En este modelo, los grandes protagonistas son la industria y los mercados; mientras, los hogares se leen como agentes pasivos y la naturaleza como un medio a explotar. Toda interacción que ocurra fuera del llamado ámbito productivo es infravalorada, limitándose la esfera económica a los ámbitos monetarizados.

De esta manera, los trabajos de cuidados no son reconocidos como parte de la economía, aunque sean el pilar que la sostiene. No solo eso, sino que los datos demuestran que el total de trabajo no-remunerado es igual o superior al monto del recompensado monetariamente[1]. Por lo que podemos afirmar que la economía mercantilizada – protagonista de toda política y debate público – se apoya en gran parte en un esfuerzo que tiene lugar fuera de los mercados y que, por ello, es ignorado y considerado como apolítico.

Comprender de forma más realista los procesos económicos y construir sociedades más justas, exige cambiar nuestro enfoque y visibilizar el trabajo no-remunerado.

Los Hogares: ¿ámbito reproductivo o productivo?

Tal como señala el esquema básico del flujo de la renta, los hogares cumplen la función de dotar de mano de obra al llamado ámbito productivo; transformando criaturas humanas en individuos competitivos en el mercado laboral. Las personas más aptas para el sistema – normalmente las que cuentan con trabajos bien pagados, o lo que Picchio llamaría «trabajos de hombres»[2] – demandan grandes cantidades de cuidados. Pues dicho modelo de individuo debe delegar aquellas funciones básicas que aseguran su supervivencia y que – supuestamente – no son provechosas para su productividad.

Así, el mejor individuo trabajador es aquel que carece de responsabilidades de cuidados, ni necesidades propias. Amanece cada día «libre de toda carga y plenamente disponible para las necesidades de la empresa»[3]. Un arquetipo de trabajador, que aunque poco realista, marca un ideal y prolifera en base al mito de la autosuficiencia; que imagina a los humanos como dependientes solo en las primeras y últimas etapas de la vida, siendo completamente autónomos mientras hagan parte del mundo laboral y el mercado satisfaga sus necesidades.

No obstante, en la realidad, la transformación de mercancías en satisfacción exige trabajo no-remunerado. Como bien planteó Katrine Marçal en ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?[4], en última instancia no es el interés propio – convertido en virtud por la mano invisible – lo que nos sustenta. Pues el ciclo económico – que va desde la producción hasta la satisfacción de una necesidad – no se cierra en el momento que se realiza una compra, sino que solo finaliza mediante el trabajo no-remunerado. Siguiendo el ejemplo de Adam Smith: la satisfacción de su necesidad llega, no cuando el carnicero egoísta le vende la carne sino – como concluiría Marçal – cuando su madre, Margaret Douglas, le sirve la cena.

Margaret personifica la pieza que falta en la lectura capitalista y que impide percibir el papel económico de los hogares; no solo como compradores y ofertantes de mano de obra, sino como ámbitos de producción, donde se crean y amplían bienes y servicios, generándose bienestar. Lo que nos lleva a cuestionar la renta como máximo indicador de la calidad de vida y, por consiguiente, nos obliga a replantearnos los mismos conceptos de riqueza y pobreza; así como la equivalencia entre igualdad y redistribución de la renta.

Las mujeres como cuidadoras

En prácticamente la totalidad de sociedades, las mujeres son responsabilizadas de la mayor parte de los trabajos no-remunerados, variando drásticamente el tiempo que dedican a estas labores según las condiciones de vida. Ya que aquellas que tienen más recursos, compran el tiempo de aquellas que tienen menos, dando forma al mercado de cuidados/trabajo doméstico.

Asimismo, con la entrada en masa de las mujeres en el mundo laboral, gran parte de las mujeres en economías desarrolladas cargan con las labores de cuidados y al mismo tiempo participan en el mundo laboral capitalista. Evidenciándose que no se tratan de labores sustitutivas, sino que los cuidados para las mujeres son un trabajo acumulativo[5]. Lo que evidencia que la división sexual del trabajo se vincula con misma la identidad sexual.

Por ello, entender nuestro sistema socioeconómico implica analizar las «dimensiones económicas de la matriz heterosexual»[6]. Es decir, la relación que sociedad exige que los individuos tengan con la economía para ser plenamente reconocidos como mujer u hombre. Entendiendo que esta construcción no es universal, por lo que, aunque la feminización de cuidados sea internacional, no se trata de un fenómeno homogéneo.

Si nos ceñimos al contexto occidental, la actual relación entre identidad sexual y economía se empieza a cristalizar tras la Revolución Industrial. Si bien los cimientos de la división sexual del trabajo occidental son anteriores[7], las sociedades contemporáneas surgen con la economía de mercado; que provocaría una fuerte dicotomía entre la vida pública y privada, acentuando – con ayuda estatal, mediante la promulgación de leyes que restringirían el trabajo y salario femenino[8] – las diferencias entre “productores” y “reproductoras”.

Los mercados capitalistas pasarían a ser el centro de la vida contemporánea, a nivel material, simbólico y político. Determinando nuestras escalas de valoración, procesos vitales y la misma comprensión de la vida; redefiniendo qué es ser hombre y qué es ser mujer. Así, en términos económicos, la construcción de la masculinidad en nuestro contexto pasa por el trabajo remunerado: tener un empleo, una profesión y un salario, otorga identidad y reconocimiento bajo los parámetros de la masculinidad. Mientras, la feminidad pasa en gran medida por una construcción de sí para las demás personas, obteniéndose sentido identitario y reconocimiento social mediante la realización de las tareas que posibilitan la vida ajena, supeditando a ello la vida propia; una lógica de sacrificio – o «ética reaccionaria del cuidado»[9] – que sostiene la existencia humana, a la vez que la pone en peligro al enmascarar el conflicto capital-vida.

El Conflicto Capital-Vida

Tal como hemos visto, una economía competitiva exige una mano de obra que delegue sus responsabilidades de cuidado; asimismo, el trabajo no-remunerado es mediador indispensable entre los mercados y el bienestar. Por tanto, la lógica de acumulación supone no solo la apropiación de trabajo remunerado – lo que el marxismo denominaría la apropiación de la plusvalía – sino también la captación de grandes cantidades de trabajo no-remunerado[10]. Por lo que el conflicto capital-trabajo no se da solo con los trabajos asalariados, sino también con los no-pagados.

No solo eso, sino que el propio Estado de Bienestar favorece el mantenimiento de la perspectiva capitalista mercadocéntrica; siendo en gran parte culpable de que la responsabilidad de mantener la vida esté privatizada, feminizada e invisibilizada. Es una estrategia de Estado mantener los cuidados en los hogares, asegurándolo mediante la infravaloración, invisibilización y negación de derechos. En esas premisas se basa la aplicación de las políticas públicas – tal como el sistema sanitario o educativo – que se diseñan contando con ingentes cantidades de trabajo no-remunerado.

El futuro de los cuidados

La falta de corresponsabilidad con la vida por parte del Estado y el mercado carga a los hogares con la cuasi totalidad de los cuidados. Los cuales, a su vez, debido a la falta de corresponsabilidad por parte de las masculinidades, son transferidos a las figuras femeninas; quienes lo asumen de acuerdo con la ética del cuidado que las hace inteligibles en la matriz heterosexual; es decir, que las hace ser más reconocidas y valorizadas dentro de una sociedad, conforme a la percepción hegemónica respecto a cómo debería ser una mujer. Sin embargo, el género no es una categoría monolítica, sino que se construye conforme se ejercita. Y en nuestro contexto, el prototipo de ama de casa ya no parece ser el modelo a seguir incluso para gran parte de las que se lo pueden permitir económicamente; lo que ha potenciado la entrada masiva de mujeres al mundo laboral en las últimas décadas, alterando significativamente el modelo de reparto sexual del trabajo. El cual también se ha visto afectado por otros factores menos señalados, como la privatización de los cuidados, la precarización laboral, el modelo urbano – caracterizado por la individualización de la vida y la necesidad de vigilancia constante de las criaturas – o el envejecimiento de la población. Todo ello, ha provocado una creciente necesidad de cuidados, incompatible con la reducción de personas disponibles para efectuarlos; conformando una verdadera crisis.

Esta tensión ha llevado a un fenómeno característico de la época que vivimos: el auge de las cadenas de cuidados internacionales. Las cuales mitigan y ocultan la falta de compromiso colectivo con la vida; que es, en última instancia, el motivo que lleva a unas mujeres a emigrar y a otras a demandar trabajadoras extranjeras para incorporarse al mercado laboral. Ahondando en dos problemas al esconder, por un lado, la carencia de corresponsabilidad por parte de las masculinidades, las empresas y los Estados del Norte Global; profundizando al mismo tiempo en las crisis de cuidados de los países emisores, debido al desplazamiento de las mujeres/cuidadoras.

Si miramos el caso de España y otros países europeos, veremos que el Estado favorece este tipo de comercialización de los cuidados; potenciándolo como sinónimo de conciliación[11]. El respaldo a este modelo, así como la infravaloración de los trabajos de cuidados, se aprecia claramente en el Régimen Especial de las Empleadas del Hogar español; que niega derechos laborales como vacaciones, pagas extraordinarias o pensiones de jubilación[12]. Mediante estas “facilidades”, las mujeres acomodadas se ven animadas por el Estado a solucionar sus problemas de conciliación contratando a otras mujeres, sin que se vea cuestionada la corresponsabilidad social o siquiera los problemas de conciliación de las “empleadas”. Las cuales – pese a ser el sector sobre el que se legisla – no son el objetivo de esa política, que profundiza en la precariedad de aquellas que se dedican a los cuidados.

Esta gestión de los cuidados es insostenible y socialmente inaceptable. Sin embargo, en un sistema centrado en los mercados, no podemos subestimar el peso que éstos tienen en la asignación de valores. Por lo que la meta de hacer de los cuidados un eje económico fundamental, en un modelo capitalista, implica la introducción de éstos en la lógica de mercados. La cuestión es como se llevará a cabo este proceso.

En definitiva, la transición de una economía de acumulación a una centrada en la sostenibilidad de la vida empieza en los mismos hogares – con la corresponsabilidad masculina – pero se extiende mucho más allá. Implicando un gran cambio ético que atraviese todas las instituciones y estructuras. Para solo así alcanzar una corresponsabilidad social vigente en todas las esferas de la especie humana y su relación con el entorno vivo.

 

Referencias:

Camacho, M., Cordero, M., Gómez, V., Ruiz, N.  (Prods.), Camacho, M.  Clos,M.,  Cordero,  S.,  Gómez,  V.,  Jiménez,  L.,  Suarez,  C.  (Dir.).  (2013).  Cuidado Resbala [Vídeo].  España:  Círculo de Mujeres.

Durán, M. Á.  (2002).  Los costes invisibles de la enfermedad. Madrid: Fundación BBVA.   Marçal, K.  (2016).  ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Barcelona:  Debate.

Orozco, A.  (2006).  Perspectivas entorno a la Economía:  el caso de los cuidados. Madrid: Consejo Económico y Social.

—– (2014).  Subvención Feminista de la Economía: Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Madrid: Traficantes de Sueños.

—– (2015).  La sostenibilidad de la vida en el centro… ¿y eso qué significa?  En L.  M.  Alba (coord.), La Econología del Trabajo:  el trabajo que sostiene la vida (p.  71-100).  Madrid:  Bomarzo, p.94.

Picchio, A.  (2012). Un Enfoque Macroeconómico Ampliado de las Condiciones de vida.  En L.A. Concha (coord.)  La Economía Feminista como un Derecho (p.43-67).  México DF: Red Nacional Género y Economía.

PNUD (1995). Informe sobre Desarrollo Humano, México, p.1. Orozco, A. (2016) Mundo laboral y el enfoque feminista.

 

 

[1] PNUD 1995, p.7.

[2] Picchio, 2012, p.34.

[3] Orozco, 2009, p.3.

[4] Marçal, 2016.

[5] Produciendo tensiones como la doble jornada, triple ausencia o suelo pegajoso; conceptos que remiten a la difícil conciliación entre trabajos de cuidados, mercado laboral y participación sociopolítica.

[6] Orozco, 2014, p.166.

[7] Recuérdese la percepción de los clásicos de las mujeres como naturaleza y los hombres como política.

[8] Orozco, 2006.

[9] Orozco, 2015, p.94.

[10] Orozco, 2014.

[11] La conciliación es entendida desde las instituciones como un esfuerzo exclusivamente femenino; siendo las mujeres – nacionales o inmigrantes – quienes deben modificar su actuación para alcanzarlo.

[12] Camacho, M., Cordero, M., Gómez, V., Ruiz, N.  (Prods.), 2013.

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La doble jornada de la mujer: ¿Empoderamiento contra Violencia? https://www.wikigender.org/es/wiki/la-doble-jornada-de-la-mujer-empoderamiento-contra-violencia/ https://www.wikigender.org/es/wiki/la-doble-jornada-de-la-mujer-empoderamiento-contra-violencia/#respond Thu, 07 Mar 2019 15:08:48 +0000 https://www.wikigender.org/?post_type=userpress_wiki&p=15886 Ana P. Ruiz-Celis

 

En el día a día de la mujer, ella va tomando decisiones dentro del hogar, el trabajo, su comunidad, entre otros espacios; y es deseable que sus decisiones tengan el mismo poder y jerarquía con relación a los hombres en igualdad de condiciones.

Para América Latina y el Caribe según cifras de la OCDE1, la tasa de participación en la fuerza laboral a partir de los 15 años es, para las mujeres del 56.6% y 81.9% para los hombres; lo que lleva a entender que aún existe una brecha importante con relación a la equidad de género laborar de 25.3%.

Cabe resaltar, en los últimos 30 años1, la participación de las mujeres en Latinoamérica y el Caribe, en el área laboral ha incrementado ligeramente (10.2%), y cuya participación en diferentes áreas dentro de la sociedad ha sido un constante esfuerzo para obtener una posición de igualdad ante el hombre; y si bien, estos cambios son paulatinos, estos reajustes, llevan para ambos retos y conflictos.

Violencia por parte de la pareja hacia la mujer

Ante ello, la transición de la mujer en su desarrollo personal implica la doble jornada femenina, “mujer que se hace cargo de la familia y mujer que trabaja en un empleo remunerado”, ya que, se espera que no afecte en sus deberes de tradición dentro de las normas sociales y expectativas culturales.2

Dentro de una cultura de hombres, ellos se pueden sentir amenazados por los cambios, llevando a cuestionar su rol dentro de la sociedad y ante esté conflicto interno provoca malestar, irritación y violencia.3,4

Es por ello, que los roles tradicionales de género y la violencia contra las mujeres están asociadas5, también con el acceso a la educación6, al trabajo remunerado7 y dependencia económica.8,9 De ahí que, la violencia de la pareja afecta a las mujeres en relación a su desarrollo profesional, sobre la búsqueda de oportunidades laborales, ejecución del trabajo y en el aumento de su confianza e identidad profesional.10

Promoción del empoderamiento

La educación influye positivamente para la promoción en el empoderamiento en las mujeres, dado que la formación académica provee conocimiento y habilidades en términos de autosuficiencia económica para manejar la economía del hogar3 y ahorro del dinero11.

En efecto, el empoderamiento económico contribuye a las oportunidades de independencia, desarrollo financiero e influyen directamente con el tipo de decisiones a favor de sus comunidades12; y ante el acceso y desarrollo de los recursos económicos por la herencia de las mujeres mayores, estos se van pasando de generación en generación.13

En la actualidad, varias mujeres jóvenes que se observan a sí mismas empoderadas, no las lleva a sentirse más superiores que los hombres, al contrario, lo ven como un compañero empático, observándolo más sensibles y con nuevas ideologías femeninas.14

Recomendaciones

  • Generar intervenciones centradas15,16,17 en la relación con la pareja y/o miembros de la familia, considerar elementos de la cultura y valores familiares dentro de la sociedad, integrar el elemento económico con perspectiva de microfinanciación.
  • Impulsar a las mujeres y a su comunidad, a fomentar en su entorno el poder de decisión en ellas mismas, en las integrantes de la familia y en su entorno.
  • Programas dirigidos a las mamas en la educación de los hijos e hijas y sembrar nuevas ideas de relacionarse e interactura entre hombres y mujeres para cambiar la actitud en relación a las normas sociales.
  • Promover el cambio continuo de las nuevas percepciones de roles sociales.
  • Fortalecer el empoderamiento y direccionar la capacidad de la mujer, al ejecutar sus actividades cotidianas y desarrollar sus habilidades y competencias, para ser más independiente y aprender a cuidarse de sí mismas.

Referencias

  1. Banco Mundial (2018),Indicadores de desarrollo Banco mundial (base de datos) https://datos.bancomundial.org/indicador/SL.TLF.ACTI.FE.ZS (acceso 15 Noviembre 2018).
  2. Covarrubias, A. (2018). Poder, normas sociales y desigualdad de las mujeres en el hogar. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, 27 (53), 140-158.
  3. Akhter, R., & Wilson, J. (2016). Using an Ecological Framework to Understand Men’s Reasons for Spousal Abuse: An Investigation of the Bangladesh Demographic and Health Survey 2007. Journal of Family Violence, 31, 27-38.
  4. Onarheim, K., Iversen, J., & Bloom, D. (2016). Economic Benefits of Investing in Women’s Health: A Systematic Review. PLoS ONE, 11(3), 1-23.
  5. Moral de la Rubia, J. & López Rosales, F. (2013). Premisas socioculturales y violencia en la pareja: diferencias y semejanzas entre hombres y mujeres. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, 19(38), 47-71.
  6. Rabiul, K., & Kong, C. (2016). Microcredit and Marital Violence: Moderating Effects of Husbands’ Gender Ideology. Journal of Family Violence, 31(2), 227-238.
  7. Bhattacharya, H. (2015). Spousal violence and women´s employment in India. Feminist Economics, 21(1), 30-52.
  8. Dhungel, S., Dhungel, P., Dhital, S., & Stock, C. (2017). Is economic dependence on the husband a risk factor for intimate partner violence against female factory workers in Nepal? BMC Women’s Health, 17(82), 1-9.
  9. Sipsma , H., Ofori-Atta , A., Canavan, M., Osei-Akoto , I., Udry , C., & Bradley , E. (2013). Poor mental health in Ghana: who is at risk? BMC Public H, 13(1), 1-9.
  10. Lantrip, K., Luginbuhl, P., Chronister, K., & Lindstrom, L. (2015). Broken Dreams: Impact of Partner Violence on the Career Development Process for Professional Women. Journal of Family Violence, 30, 591–605.
  11. Muthengi, E., Gitau, T., & Austrian, K. (2016). Is Working Risky or Protective for Married Adolescent Girls in Urban Slums in Kenya? Understanding the Association between Working Status, Savings and Intimate-Partner Violence . PLoS ONE, 11(5), 1-15.
  12. Vázquez , D., Mortera , D., Rodríguez , N., Martínez , M., & Velázquez , M. (2013). Organización comunitaria de mujeres: del empoderamiento al éxito del desarrollo rural sustentable. Revista de Estudios de Género, 4(37), 262-288.
  13. Sosme, Á., & Casados, E. (2016). Etnia y empoderamiento: elementos para el análisis de la transformación de identidades femeninas en la Sierra de Zongolica, Veracruz. Sociológica, 31(87), 143-173.
  14. Farías, L., & Cuello, V. (2018). Percepción y autopercepción de los estereotipos de género en estudiantes universitarios de la región de Valparaíso a través de la publicidad. Revista de Comunicación, 17(1), 155-165.
  15. Alvarez, C., Davidson, P., Fleming, C., & Glass, N. (2016). Elements of Effective Interventions for Addressing Intimate Partner Violence in Latina Women: A Systematic Review. PLoS ONE, 11(8), 1-13.
  16. Bourey, C., Williams, W., Bernstein, E., & Stephenson, R. (2015). Systematic review of structural interventions for intimate partner violence in low- and middle-income countries: organizing evidence for prevention. BMC Public Health, 15(1165), 1-18.
  17. Rabiul, K., & Kong, C. (2016). Microcredit and Marital Violence: Moderating Effects of Husbands’ Gender Ideology. Journal of Family Violence, 31(2), 227-238.

Enlaces externos

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